LA RUTA DE LA AMISTAD
LAS ESTACIONES ESCULTÓRICAS EN LA CONTEMPORANEIDAD
autores
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Esteban Juárez
Romain Roy-Pinot
Postal oficial de los juegos olímpicos.
(autoría desconocida.)
Al organizar los Juegos Olímpicos de 1968, México se proyectó en la escena internacional como el símbolo de una nueva modernidad latinoamericana. Con el antecedente de los juegos de Tokio de 1964, las Olimpiadas de 1968 pusieron el arte en primer plano: el proyecto arquitectónico desarrollado para la ocasión fue acompañado por un lenguaje gráfico muy particular, con referencias todavía muy ancladas en la cultura mexicana. Además de la creación de una identidad visual propia, se generó una producción escultórica emblemática: la Ruta de la Amistad. Como lo vimos en el artículo Monumental, Dimensión pública de la escultura. 1927-1979, paralelo al muralismo, lo escultórico se afirma como una especialidad mexicana; y los Juegos Olímpicos fueron la ocasión para evidenciarlo.
Símbolo de paz y fraternidad entre los países, después de una tensión internacional por la guerra fría, un grupo de escultores, artistas y arquitectos originarios de los cinco continentes, promovieron a lo largo de 17 km, una galería que sería apreciada desde el automóvil, –medio de transporte que reguló formalmente la estructura de las ciudades del mundo en el siglo XX, elemento clave de la modernidad globalizada. Mathias Goeritz, artista mexicano de origen alemán, fue el encargado de definir un grupo de escultores que planterian piezas monumentales desde una expresión figurativa hasta abstracta. México facilitó el suministro de materiales, herramientas, útiles, mano de obra y ayuda técnica, para la elaboración de cada obra. Se pretendía a través de la convocatoria Encuentro internacional de escultores de 1968, la ejecución de esculturas que pudieran materializar los ideales olímpicos y sociales vigentes en su momento histórico.
¿Que representan ahora estos hitos artísticos en el imaginario colectivo de la ciudad?, ¿cómo evolucionaron estas piezas al espacio inmediato?, ¿cómo la Ruta de la Amistad nos cuestiona sobre la concepción de la ciudad, tanto en su época de construcción como en la de hoy?
Ruta de la Amistad,
croquis del recorrido de la Ruta de la Amistad, ubicando las 19 estaciones.
© Comité Organizador de los juegos de la XIX olimpiada 1969
intención original.
Alrededor del mundo, 1968 se inscribió como un año de cambios ideológicos y políticos, América latina como el Caribe tuvieron también importantes confrontaciones entre activismo político y el poder establecido. En el ámbito deportivo, las olimpiadas organizadas por México es ese mismo año, establecieron un hito histórico para poder reflejarse internacionalmente siendo sede de este gran acontecimiento internacional, cuando México se sentía en la cumbre de su apogeo modernizador, y creía en el progreso.1 Por lo tanto, al margen de los Juegos Olímpicos, el arquitecto Pedro Ramirez Vazquez decidió retomar el precedente histórico de acompañar los eventos deportivos de los Juegos –como originalmente estaban planeados– con una serie de eventos culturales y artísticos. Una idea que marcó un antes y un después en la configuración sobre la planeación de estos a nivel mundial.
En la Ciudad de México, faltaban dos años para la construcción de la primera línea del metro y el gran crecimiento urbano en Villa Coapa y Villa Olímpica –tomando como precedente el conjunto habitacional Nonoalco Tlatelolco– determinó toda la lógica urbanística del sur de la ciudad. Acompañando todo el desarrollo vial del Pedregal, la Ruta de la Amistad es un concepto de arte urbano que permite la apreciación de una obra escultórica monumental y abstracta desde un vehículo en movimiento.2 Desde San Jerónimo hasta Cuemanco, la presencia de 22 imponentes esculturas, de entre 7 y hasta 26 metros de altura al sur de la ciudad, hicieron de la Ruta de la Amistad una galería fija y monumental. La modernización de la infraestructura urbana requería integrar el paisaje volcánico —característico de la zona sur de la capital mexicana—, con un proyecto artístico que enalteciera la modernidad como concepto artístico y, a su vez, apelara al vínculo de México con otros países.3 Este cinética urbana4 fue pensada como un todo que se tiene que vivir como un recorrido, un acompañamiento a los Juegos y por lo tanto a la ciudad. La Ruta de la Amistad no es solamente un conjunto de obras patrimoniales que transmitirán tendencias artísticas de dicha época sino que es también el testigo de una cierta percepción de la ciudad y de las expectativas de la modernidad.
a leer: NONSITE: el Pedregal revisitado
1. — Schmilchuk, G. (2013). La Ruta de la Amistad. [vídeo] Cenidiap INBAL.
2. — Rodríguez Kuri, A. (2019). Cinética Urbana: La Ruta de la Amistad de México 68. Google Arts and Culture.
3. — ibid.
4. — término usado en Rodríguez Kuri, A. (2019). Cinética Urbana: La Ruta de la Amistad de México 68. Google Arts and Culture.
Tertulia de gigantes.
foto de la Estación 14 del artista holandés Joop J. Beljon.
© Local.mx
definición urbana.
Una tarea fundamental para pensar en el estatus actual de la Ruta de la Amistad es poder calificarla. ¿Qué es la Ruta de la Amistad, una infraestructura puramente olímpica, un patrimonio internacional, un museo vial? Como se estudió en el artículo Los Elefantes Blancos de Río 2016, los juegos olímpicos siguen una lógica efímera y una gran parte de las infraestructuras desarrolladas por la ocasión no tienen vocación de perdurar. Es interesante estudiar la mecánica en la que los Juegos Olímpicos logran “promocionar” a una ciudad tanto como se revelan con los años parte de su propia estructura e identidad. Existe definitivamente un antes, durante y después de las Olimpiadas y por lo tanto se generan ciudades de tres rostros a lo largo del tiempo. Barcelona, por poner un ejemplo, ha mantenido toda la villa olímpica y lo que albergaba las competencias –espectadores, prensa y concursantes– se vive como un espacio público por sí mismo. Sin embargo, como en el caso de la Ruta de la Amistad, se sigue habitando como el diorama de una época lejana. Esas huellas olímpicas cuestionan la noción de patrimonio: ¿cuando se determina si las infraestructuras de un evento temporal son un bien que conservar que se integran en una realidad cotidiana o se convierten en una reliquia urbana?
En el caso de la Ruta de la Amistad, la frontera entre esculturas, instalaciones y monumentos es muy delgada. El proyecto por parte de los anfitriones de 1968, establecería un corredor artístico que desde las vialidades automovilísticas de Periférico Sur pudieran ser contempladas. Por lo tanto, si las “estaciones” fueron dibujadas para verse desde el auto podríamos incluso hablar de logos tridimensionales, acompañando la “señalética” de los Juegos. Muchas de las imágenes actuales de eventos similares a los Juegos Olímpicos graban las infraestructuras desde el cielo y las imágenes de los Juegos del 68 atestiguan que impulsó esta tendencia. Por lo tanto, la Ruta se construyó en una época en la que la arquitectura se percibía desde el coche y la ciudad desde el avión. Una de las imágenes más emblemáticas de las Olimpiadas del 68 es la explanada del estadio olímpico monumentalizando el lenguaje visual del evento. En el Norte de la ciudad, las Torres de Satélite se imponen como otro ejemplo de arte vial cuya inmensidad instaura un diálogo muy particular con sus espectadores. Aquí la noción de monumento se impone como la determinación y afirmación de un lugar. Ya que nuestra apreciación actual tanto del arte como de la ciudad está constantemente modificándose, nos podríamos preguntar si la Ruta de la Amistad es realmente un conjunto de obras in-situ o un dispositivo que podría mudarse a otros lugares de la ciudad.
a leer: LOS ELEFANTS BLANCOS DE RÍO 2016
Explanada del Estadio Azteca y del Estadio Olímpico Universitario,
las explanadas de los dos estadios fueron pintado de acuerdo al logotipo oficial del evento.
© Comité Organizador de los Juegos de la XIX Olimpiada
¿reubicación necesaria?
Desde 1994, la Ruta de la Amistad subsiste por su patronato, a través de un fideicomiso creado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, del que participan las embajadas de los diferentes países que contribuyeron en la Ruta, así como diversas instituciones e institutos, que hicieron que las esculturas fueran reubicadas, restauradas y en algunos casos extremos, reconstruidas en su totalidad. Las consideraciones que fueron tomadas en cuenta para reubicar las piezas, afirmaron el plan original de Mathias Goeritz sobre la ruta: la posibilidad de ser contempladas en su totalidad. La conservación de las piezas durante más de 40 años fue en general desafortunada, debido a que varías de ellas se encontraban ya absorbidas por terrenos privados, y otros, en ubicaciones inadecuadas para las dinámicas que fueron emergiendo de una ciudad que crecía desmesuradamente.
Helen Escobedo, artista y escultora mexicana cuestiona la pertinencia que tienen estas piezas monumentales en la ciudad, se inclinan en contra tras considerar el mantenimiento de estas y la evolución formal que ha tenido el sur de la ciudad en cuestiones urbanas.5 La densificación que tuvo la metrópolis tras los complejos habitacionales de Villa Coapa y Villa Olímpica, marcan un precedente que con el tiempo, eclipsó las ideas rectoras que configuraron la materialidad de la Ruta. Si bien en 1968, la posibilidad de estacionarse en periférico, tomar una fotografía y confrontar corporalmente la escultura eran posibles, contrasta con la realidad que devino en los siguientes años. Por lo tanto, nos podríamos cuestionar sobre el cumplimiento real de la intención original.
Como se estudió en el artículo “Monumento a la Madre”, el caso de la Ruta de la Amistad nos interroga sobre el destino de “monumentos históricos” cuyo mantenimiento va en contra de las políticas actuales en cuestión de desarrollo urbanístico. Si en el caso del Monumento a la Madre era cuestión de un tema ideológico, el conjunto escultórico de la Ruta de la Amistad viene en contra de una voluntad —y necesidad— de disminuir el uso del coche. La Ruta de la Amistad fue sin duda la instigadora de una tendencia a producir monumentos a la orilla de carreteras, de cierta forma impulsó a un movimiento al arte “billboard” que se consume desde el coche.
¿Sería legítimo reconsiderar por completo la ubicación de las esculturas de la Ruta? Sería realmente complejo poder proponer un dispositivo que pueda mantener las intenciones originales: percibir las obras bajo varios ángulos, mantener un contexto urbano fiel al original y sobre todo conectarlo con la historia de los Juegos. Esta zona del sur de la ciudad de México trae huellas olímpicas indelebles y la Ruta es también parte de toda una configuración olímpica. Reubicar las esculturas de la Ruta de la Amistad sería de cierta forma un acto de descontextualización, tanto por ellas como por todo el conjunto arquitectónico de los Juegos Olímpicos. El Espacio Escultórico de la UNAM –construido en 1979 por Federico Silva, Helen Escobedo, Manuel Felguérez, Mathias Goeritz, Hersúa y Sebastián– es sin duda un gemelo peatonal y vegetal de la Ruta de la Amistad. Su ubicación no es cuestionable porque fue desarrollado en correlación con su entorno. Por lo tanto, aunque las condiciones para apreciar la Ruta como peatón no son óptimas, la ubicación de las estaciones debe permanecer. Sin embargo, una de las rutas para la puesta en valor de la Ruta podría ser la revalorización de su entorno.
a leer: MONUMENTO A LA MADRE
5. — Schmilchuk, G. (2013). La Ruta de la Amistad. Cenidiap INBAL.
Reloj Solar.
foto de la Estación 10 del artista polaco Grzegorz Kowalski.
© Arquine
reactivación artística.
Es necesaria la visualización de las piezas en su completitud, lo que sufrieron las esculturas fueron los embates del entorno […] nunca se mantuvo la relación de las piezas con el paisaje original.6
Por lo tanto, la Ruta de la Amistad está condicionada por su entorno y el diálogo obra-contexto es parte intrínseca de la propuesta artística. Las esculturas, según Mathias Goeritz pretendían ser un núcleo generador de un desarrollo urbanístico armónico de las zonas aledañas al Periferico Sur, pero la complejidad de la ciudad y la falta de planeación a gran escala, aunado a un olvido casi intencional sobre la responsabilidad de las obras, desencadenó en una serie de malas prácticas en estas. La ubicación de estas esculturas es fundamental para comprender el significado que tienen en el patrimonio de la ciudad, si bien fueron muchas de ellas movilizadas de su emplazamiento original, se encuentra su valor no solo en su materialidad, su escala o su autor, sino en el discurso con el que se configuran y desenvuelven en el sur de la ciudad. Las estaciones podrían, por lo tanto, cumplir con la intención original de Goeritz: servir de incubador para repensar el desarrollo urbanístico de su contexto. Desde la puesta en valor de las esculturas se podría repensar la reconfiguración del entorno y permitir una vida peatonal de calidad.
Últimamente, la Ruta de la Amistad tuvo una cierta reactivación artística. En 2022 se inició un programa de intervenciones en la Ruta en los que las “estaciones” entrarían en diálogo con piezas de arte contemporáneo. Esta iniciativa fue desarrollada por el artista Luis Javier de la Torre González, presidente del patronato de la Ruta de la Amistad. Se presentaron dos obras: “Árbol Suspendido”, una instalación ubicada en la sexta estación: la Torre de los vientos de Gonzalo Fonseca. La intervención –también realizada por de la Torre Gonzalez– coloca un árbol en la única escultura habitable de la Ruta de la Amistad. Este árbol es un encino, misma especie que poblaba todo el pedregal. El curador explica que la construcción de Ciudad Universitaria, zonas habitacionales y el Periférico Sur afectaron los pedregales como eran originalmente y que la construcción de las esculturas de la Ruta de la Amistad -realizada como parte del proyecto cultural que acompañó a los Juegos Olímpicos de 1968- pasó a ocupar los últimos espacios de los pedregales. Ahora, 54 años después, las esculturas pasan a ser protectoras de estas porciones de terreno.7 Por otro lado, se presentó la obra “Bajo Ruta” del artista inglés Simon Linington. Es una pieza que explora el subsuelo de la tierra de esta área del Pedregal donde por 60 años ha permanecido una autopista urbana; el proceso creativo constó de una excavación de pozos de 60 x 60 centímetros con distintas profundidades de donde se extrajeron diversos tipos de tierras naturales y artificiales, depositadas en una torre de seis metros de altura con la finalidad de medir los cambios en el tiempo para así llegar a tener conocimiento acerca del Antropoceno, el crecimiento de la población y el impacto sobre su entorno dentro de ciudades globales, como Ciudad de México.8
Estas obras cuestionan los pedregales en los que se extendió toda la ciudad; y este programa se acompaña de la iniciativa “De-construcción”, que consiste en retirar la tierra que rodea las esculturas para rescatar los pedregales. El patronato se asesora con el Instituto de Biología de la UNAM.9 Esta intervención es una forma de cuestionar la confrontación cultural: la Ruta de la Amistad y la urbanización de los años 60 con la naturaleza originaria. Este tipo de diálogo dará otra perspectiva tanto a las estaciones de la Ruta como al entorno; en lógica con muchas intervenciones escultóricas y arquitectónicas: la Plaza de las Tres Culturas (Mario Pani, Tlatelolco, CDMX), el Jardín Escultórico (Edward James, las pozas, Xilitla) o la Casa Cueva (O’Gorman, El Pedregal, CDMX).
6. — Engelking Keeling, S. (2018). Las esculturas de la Ruta de la Amistad de la XIX Olimpiada de la Ciudad de México, 1968. Pasado, Presente y Futuro. [conferencia] Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco.
7. — Juárez, F. (2022, 4 de abril) Volver a la naturaleza de hace mil años, para salvar el futuro: la nueva instalación de arte en la Ruta de la Amistad. El Universal.
8. — Gorab, G. (2022, 28 de abril) ‘Árbol Suspendido’, llamado a la protección natural en el sur de CDMX. Milenio.
9. — Juárez, F. (2022, 4 de abril) Volver a la naturaleza de hace mil años, para salvar el futuro: la nueva instalación de arte en la Ruta de la Amistad. El Universal.
Bajo Ruta.
foto de la obra de Simon Linington, realizada en 2022.
© Rodrigo Hernandez
conclusión.
El paisaje y la configuración urbana determinaron la plasticidad de las obras de la Ruta en su momento histórico. La mala gestión del espacio y las políticas ausentes en materia de conservación cultural determinaron nuevos lugares donde serían implantadas estas esculturas. La ciudad parece no tener política pública para el arte, y la sociedad civil con la iniciativa privada, intentan cubrir la carencia.10
Ya no se trata de evidenciar la importancia que en su momento tuvieron estas esculturas, sino de reconfigurar la idea de apropiación desde donde la corporalidad dialoga con estos espacios. Es primordial considerar la lectura de estas esculturas a través de su historia, también valdría cuestionar pues, la apropiación espacial que pudieran generar en la nueva configuración de la ciudad, y de la idea de hacer ciudad. Si bien las piezas fueron adaptables al actual panorama del Pedregal, el paisaje juega un papel fundamental para aclarar la visibilidad y percepción sobre las obras de la Ruta.
Sin embargo, el testimonio físico que hasta nuestros días se encuentra sobre la gran vía sur de Periférico, da cuenta del patrimonio tangible que se conserva; lo escultórico y monumental de las obras que componen la Ruta de la Amistad. Valdrá la pena reflexionar sobre cómo actúan ahora, estos hitos artísticos con las nuevas dinámicas urbanas, no solo sobre la evolución espacial que indudablemente está latente en la infinita ciudad con el uso del vehículo privado, sino sobre la forma en la que nos relacionamos con estas y las hacemos parte de nuestra idea de urbe, contenedora de expresiones artísticas históricas. El caso de la Ruta de la Amistad es la ocasión de cuestionar de manera general la gestión actual del patrimonio, sea del siglo XX como prehispánico. La ciudad de México es sin duda un palimpsesto con una multitud de capas de lectura, la confrontación patrimonial es constante: la Catedral de la Ciudad de México con el Templo Mayor, Tlatelolco y principalmente la Plaza de las Tres Culturas o simplemente, a algunos pasos de la Ruta de la Amistad, la dicotomía entre el desarrollo urbanístico y la proximidad de la Zona Arqueológica de Cuicuilco. La Ruta de la Amistad, como tantos casos en la capital mexicana, revela la importancia de repensar el diálogo del patrimonio actual con su entorno y de estudiar con seriedad el impacto de futuras intervenciones en el paisaje urbano-cultural.