ZONA ROSA

DE EPICENTRO DEL ARTE A BARRIO DE INCLUSIÓN SEXUAL

autores

Esteban Juárez
Romain Roy-Pinot

 

La “Zona Rosa” es un barrio; y, como en el caso de muchos barrios, sus límites geográficos no están determinados administrativamente. Se asume que la Zona Rosa abarca un polígono delimitado por Avenida Insurgentes, Avenida Paseo de la Reforma y Avenida Chapultepec, hasta llegar a la primera sección del Bosque de Chapultepec. Representa una superficie de 66 hectáreas, en la que 49 cuadras se erigieron cerca de 68,000 metros cuadrados de oficinas, servicios y viviendas. Por lo tanto, el barrio abarca más de la mitad de la colonia Juárez.

Ubicado en la Colonia Juárez en la delegación Cuauhtémoc del Distrito Federal la zona rosa tiene un origen de exclusividad, de elitismo y comercial, como parte del proyecto que fue la Colonia Juárez durante el Porfiriato dirigido hacia la aristocracia de aquel entonces.1 La Zona Rosa se inscribe en un contexto original donde las aspiraciones tanto sociales como arquitectónicas se fundamentaron en un modelo occidental de construcción de capital, en sincronía con las políticas del Porfiriato. Se convertió a mediados del siglo pasado como un lugar de referencia para el mundo del arte, en un ambiente bohemio y de creación.

A partir de los eventos sucedidos en Tlatelolco en el 68 y del temblor del 85, la Zona Rosa conoció una cierta decadencia y dejó de ser el punto de atracción del mundo artístico y, por lo tanto, de la vida cultural en la Ciudad de México. Con el tiempo, la comunidad LGBTQI+ hizo del barrio de la “Zona Rosa” el que conocemos hoy, al apropiarse lugares de encuentros, galerías y tiendas.

¿Qué nos cuenta la evolución de este barrio de inclusividad, contradicciones y rebeldía 2 de la estrategia urbanística actual y de los fenómenos de desertificación a nivel ciudad?

a leer: GENIUS LOCI

 

1. — Islas Vela, D. R. (2015). Zona Rosa: El territorio queer de la Ciudad de México. El consumo de la disidencia, identidades, cuerpos y habitares. Revista Latino-americana de Geografia de Gênero, Ponta Grossa.

2. — Banales, X. (2017). Cambios sociales distintos: Joteria en los EE.UU. y la Ciudad Amigable LGBTTTI en México. Bilingual Review Press.

Colina Juárez,
representación gráfica del conjunto de mansiones que constituyan la colonia Juárez a inicios del siglo XX.
© MXCity

 
 

 

génesis y apogeo de la Zona Rosa.

 

Desde 1886, la antigua “Colonia Americana” constituye un conjunto de mansiones de inspiración francesa, articulado en una política urbanística apegada a los modelos europeos. En 1906, se convirtió en la “Colonia Juárez” pero siguió percibido como un barrio mayormente residencial, reservado a una clase alta. Sin embargo, hacia mediados del siglo pasado, la actual Zona Rosa comenzó a cambiar de giro: nuevos restaurantes, boutiques, joyerías, salones de belleza y galerías, comenzaron a definir sus nuevos usos, a veces en las antiguas casonas y, en otras, en la planta baja de los modernos edificios que sustituyeron a los antiguos palacetes.3

La colonia se convirtió en un lugar de atractivo social y cultural, apropiándose de las tipologías porfirianas y volviéndose más accesible. No pasó mucho tiempo para que lugares como Polanco, Lomas de Chapultepec y la Del Valle superaran en lujo a la Juárez y las familias que habían hecho crecer la zona se mudaran a los nuevos sitios de moda. Con tantas casas y edificios vacíos, la Juárez se volvió todavía más atractiva para los inversionistas de bares y restaurantes que siguieron abriendo negocios y construyendo más edificios.4 Por lo tanto, el imaginario de “colonia aristocrática” de la colonia Juárez dejó su lugar a un ambiente más animado, experimental y de cierta forma bohemio.

Este fenómeno tomó mayormente lugar alrededor de la calle Génova, conector de la glorieta Insurgentes y Avenida Paseo de la Reforma. Esta calle fue –y sigue siendo– la arteria de la Zona Rosa, cuyo nombre fue determinado en la época en la que el barrio se convirtió en el centro de las atracciones del mundo artístico. El pintor mexicano José Luis Cuevas quien reivindica la denominación del barrio, decía que como sus actividades diurnas eran blancas y las nocturnas rojas, culminaba siendo una zona rosa.5

 
 

Pasaje Jacaranda,
interior del Pasaje Jacaranda en los años 60, al fondo el popular restaurante de comida italiana “Alfredo”.
© Colección Villasana–Torres

Antiguos restaurantes de la Zona Rosa,
ambiente de los restaurantes Bistrot y Alfredo en 1967.
© Colección Villasana - Torres.

 

Numerosos lugares de encuentros de la Zona Rosa fueron frecuentados por personajes públicos; por ejemplo, se reunían pintores como Mathias Goeritz, Manuel Felguérez y Lilia Carrillo, que buscaban negar con su actitud y su obra “la ruta única” de los grandes muralistas, y se efectuaban reuniones del Pen Club con Fernando Benítez, Julieta Campos, Gabriel Zaid, Eduardo Lizalde y ella misma.6 El Pasaje Jacaranda, ubicado entre las calles Génova, Londres y Liverpool era también un lugar de encuentro emblemático, en el Pasaje se dieron cita personalidades como Carlos Monsivaís, José Luis Cuevas o Alejandro Jodorowsky, grandes creadores que sumaron a la vida artística y analítica de lo que significaba el arte, el cine y la escritura nacional.7

La zona rosa se convirtió en el corazón del arte mexicano y perímetro activo de hoteles, tiendas y restoranes elegantes. Por ese entonces empezó a hablarse, en una curiosa jerga, de “búsqueda de espacios alternativos”.8 Era un lugar de experimentación y demostración para el mundo del arte; en 1967 hubo un momento que marcó época en la Zona Rosa: cuando José Luis Cuevas dirigió su mural efímero. El mural se pintó en la azotea de la agencia de viajes Garza Travel Service, situada en la esquina de Génova y Londres. Asistió al acto una muchedumbre. Fue una suerte de happening: nació en un largo instante y en un largo instante murió.9 Desde los 50, la Zona Rosa mezcla arte y comercio, este “arte-billboard” que propuso Cuevas es a fin de cuentas la metáfora de un barrio de espectáculo en el cual andar es una performance, consumir es un arte y pavonearse es la norma. Este pasado sigue todavía presente en el aire de la Zona Rosa que conocemos hoy.

6. — Campos, M. A. (2018). La Zona Rosa en los años cincuenta y sesenta. Enciclopedia de la Literatura en México.

7. — Gómez, R. y Villasana C. (2017, 2 de septiembre). Antes de que hubiera centros comerciales en México. El Universal.

8. — Campos, M. A. (2018). La Zona Rosa en los años cincuenta y sesenta. Enciclopedia de la Literatura en México.
9. — ibid.

 
 

Mural Efímero,
vídeo de la performance de José Luis Cuevas en la que presenta su mural, en 1967.
© Ximena Cuevas

 
 

 

decadencia de la Zona Rosa artística.

 

Si la Zona Rosa tuvo su apogeo socio-cultural en los años 50 y 60, con el tiempo, dejó de ser el epicentro del mundo del arte de la ciudad. Hacia los años cincuenta y sesenta la zona aglutinaba a jóvenes intelectuales bohemios y progresistas, que durante el día circulaban entre los hoteles, galerías y los múltiples cafés en las terrazas urbanas, mientras que durante la noche llevaban vida bohemia en los bares, centros nocturnos y cabarets, de tal manera que el uso residencial fue gradualmente decreciendo, y con ello reduciéndose los locales de comercio cotidiano.10 Con el tiempo, la Zona Rosa se impusó como un lugar exclusivamente para divertirse, andar y consumir –no tan lejos de como lo conocemos hoy. Dejó de ser definitivamente un barrio residencial con mezcla programática y se volvió más autónomo quedando en manos de iniciativas privadas; por lo tanto, se volvió un barrio desconectado de las políticas urbanas propias de la ciudad.

La decadencia de la Zona Rosa fue detonada por la política urbana de finales de los años sesenta y por las consecuencias de los eventos de 1968 en la seguridad. Las causas principales que se suelen argüir son la instalación del Metro en la glorieta Insurgentes y la persecución estudiantil del 68. El Metro se infestó de ambulantes de baratillo y de todo tipo de gente que se desplegaba, como hormigas disparadas luego de un manotazo a un hormiguero, a través de las calles de la Zona. Después del 2 de octubre de 1968, y durante cosa de dos años, todo universitario, intelectual o artista se volvió sospechoso. Desde luego esto llegó a la Zona Rosa. Margo Glantz resumió la experiencia triste en una frase lacónica: “La persecución y la satanización de los estudiantes le dio un signo trágico a algo que había sido una utopía amable”.11 Lejanas de su pasado “aristocrático”, la Zona Rosa tuvo dificultad para volver a ser el centro de atracción tanto del mundo del arte como de los “flâneurs”12 en general; y, poco a poco, perdió su prestigio.

Dos décadas después, el temblor de 1985 fue el evento que acabó definitivamente con la vida socio-cultural de la Zona Rosa. Se reportó la caída de muchos edificios en la colonia Juárez, afectando la dinámica socioeconómica de la Zona Rosa. El terremoto de 1985 y los estragos que ocasionó en la ciudad pudo haber acelerado el proceso de desocupación en las delegaciones centrales que, a juzgar por los censos y conteos de INEGI reportados en 1990, 1995 y 2000, la caída fue dramática en la delegación Cuauhtémoc, donde la demarcación perdió a casi 200 mil habitantes, cerca de una quinta parte del total.13 El rostro de la Zona Rosa, ya muy poco residencial vivió una desertificación drástica. Para Pérez Gay, como para otros escritores o incluso habitantes de la ciudad de México, la destrucción que dejó el terremoto que sufrió el centro del país en 1985 marcó el fin de esa Zona Rosa y desde entonces es, en sus palabras, “feísima, peligrosa, sin más patrimonio que la leyenda de sus calles viejas.”14

10. — San Martín Córdova, I. (2010). Visibilidad de la comunidad gay y lésbica en el espacio público de la Ciudad de México: la Zona Rosa. Revista Digital Universitaria.

11. — Campos, M. A. (2018). La Zona Rosa en los años cincuenta y sesenta. Enciclopedia de la Literatura en México.

12. — el término flâneur procede del francés y se podría aparentar a paseante​ o callejero, aunque se refiere más a la acción de pasear por las calles sin objetivo particular, por puro goce.

13. — Lanzagorta García, J. I. (2018). Factores ambientales y antrópicos que determinan la presencia y distribución del Cóndor Andino y la selección de lugares de anidación y descanso: un enfoque multiescalar. [Tesis de Doctorado, Colegio de México]. Producción Institucional – Tesis Colmex.
14. — ibid.

 
 
 

Glorieta Insurgente,
configuración original de la glorieta Insurgentes y de su estación de metro, s/f.
© Instituto Nacional de Antropología e Historia

 
 

 

reconquista queer de la Zona Rosa.

 

Si muchos chilangos asumen que la Zona Rosa fue bautizada así por sus preferencias sexuales, la realidad es que su apropiación por la comunidad LGBTQI+ llegó tardíamente. Desde finales de las setentas, la Zona Rosa conoció un impulso queer con la creación del bar El Nueve, uno de los primeros lugares oficialmente dedicados a la comunidad LGGBTQI+ en la Ciudad de México. Por lo tanto, al final de los ochentas, la zona comenzó nuevamente a cambiar de giro: las antiguas galerías, cafés de intelectuales y centros nocturnos, dieron paso a cantinas, bares, clubes de alterne y discotecas nocturnas, circunstancia que aprovecharon algunos empresarios pioneros para abrir los primeros locales dirigidos a la población gay, al principio con apariencia discreta, posteriormente, durante los noventa, con visibilidad más abierta, mientras la vocación habitacional de la zona seguía en franco declive, en la búsqueda de una tranquilidad perdida.15 La conversión del barrio es el resultado de la pérdida de interés que sufrió después del terremoto del 85; los locales se volvieron más accesibles y la Zona Rosa se reveló como el terreno ideal de apropiación por minorías de la Ciudad de México.

El establecimiento de y la diversificación de negocios enfocado a este sector poblacional han conllevado a un proceso de queerificación, conformando barrios o zonas de tolerancia, donde los comercios, el ambiente militante y la performatividad de las diversidades sexuales le dan vitalidad.16 La transición paulatina del barrio insufló una nueva dinámica a la Zona Rosa que se convirtió no solamente en un espacio de diversión para los miembros de la comunidad LGBTQI+ sino un lugar de expresión y de reivindicación. La ontología de los territorios queer tiene una dimensión política, económica y sociocultural, en primer lugar porque es una cultura contestataria que irrumpe y subvierte el status quo socio-espacial del mundo heterosexista configurándolo como un espacio de resistencia.17

 

15. — San Martín Córdova, I. (2010). Visibilidad de la comunidad gay y lésbica en el espacio público de la Ciudad de México: la Zona Rosa. Revista Digital Universitaria.

16. — Islas Vela, D. R. (2015). Zona Rosa: El territorio queer de la Ciudad de México. El consumo de la disidencia, identidades, cuerpos y habitares. Revista Latino-americana de Geografia de Gênero, Ponta Grossa.
17. — ibid.

 

Performance en El Nueve,
performance de Jaime Vite y Miguel Ángel de la Cueva (The Kitsch Company), en el bar El Nueve, uno de los primeros antros oficialmente gay de la Ciudad de México.
© Henri Donnadieu

 

De ciertas formas, la evolución de la Zona Rosa ha ido de la mano con la evolución de la sociedad chilanga. Así como el individuo reconoce paulatinamente su orientación hasta asumirla plenamente, así la cultura occidental ha reconocido y asumido poco a poco la existencia de una homosexualidad que no es meramente una preferencia personal, sino una identidad social no un individuo, sino una comunidad.18 El establecimiento de la Zona Rosa (es decir su conversión) en el corazón de la Ciudad de México permite por lo tanto darle acceso a la sociedad de un lugar donde las y los miembros de la comunidad LGBTQI+ puedan expresarse, pero es también incluirlos en el centro de la sociedad, no solo geográficamente, sino dentro de un tejido social más amplio.

“– Yo vengo a Zona Rosa porque me siento con más libertad, siempre que vengo con mis amigos, vemos cómo se van transformando los chavos en el metro, se maquillan, se ponen delineador, se peinan y sólo para venir a los antros de Zona Rosa, desde el Oriente de la Ciudad. Zona Rosa nos brinda esa libertad de hacer cosas que no podemos hacer en nuestras casas o por donde vivimos, [por ejemplo] ver a mi amigo vistiendo pantalones ajustadísimos, chapitas, allá donde vivimos es imposible, de ser así sería agredido. O bien que mi hermano y yo anduviéramos con nuestras parejas tomados de la mano en las calles de Neza sería horrendo. (Reina, 22 años)”19 La Zona Rosa ofrece un lugar de inclusión donde la minoría se vuelve la norma y permite ejercer el derecho –y la necesidad– de representatividad, que tiene repercusiones tanto en el bienestar de ciertos grupos que viven en la capital como en la evolución de la condición de la comunidad LGBTQI+.

a leer: SPARTACU’S

18. — San Martín Córdova, I. (2010). Visibilidad de la comunidad gay y lésbica en el espacio público de la Ciudad de México: la Zona Rosa. Revista Digital Universitaria.

19. — Islas Vela, D. R. (2015). Zona Rosa: El territorio queer de la Ciudad de México. El consumo de la disidencia, identidades, cuerpos y habitares. Revista Latino-americana de Geografia de Gênero, Ponta Grossa.

 
 

Mapa de antros de la Zona Rosa,
© Coolhunter

 

 

conclusión.

 

La Zona Rosa es sumamente dicotómica; un Jekyll20 de oficinas, espacio de transición clave y un conjunto de diversas tiendas; y un Hyde de antros, sexshops y bares. ¿Acaso estos barrios corren el peligro de convertirse en guetos aislados del resto de la ciudad?, ¿Existe realmente una comunidad gay y lesbiana en estos barrios o solamente se trata de un mercado de consumidores perfectamente identificados?21 Al contrario de volverse un gueto, con el tiempo, y por su ubicación geográfica, la Zona Rosa se volvió un espacio que invita a la diversidad más que de exclusividad. Se notó un fenómeno de apropiación de la Zona Rosa por grupos fuera de la comunidad queer. Esta dinámica cuestiona el “derecho a la ciudad”; ¿la urbe debe ser reservada a un cierto grupo para asegurarle una atmósfera en la que se pueda expresar libremente o debe ser abierta a cualquier ciudadano para asegurar su inserción social? Cabe admitir que dentro de la misma comunidad LGBTQI+ existen modelos de patriarcado y la configuración actual de la Zona Rosa lo comprueba. Se sigue mantiendo patrones sociales hegemonicos LGBT+ que generalmente consiste de ideas e ideales eurocentricos, (hetero)normativos/patriarcales y clasistas. Es decir, la cultura dominante LGBT+ privilegia la experiencia y perspectiva de gente (principalmente hombres) cisgenero blancxs de clase media/alta.22

Después de su decadencia, la Zona Rosa obtuvo una segunda vida, bajo la sombra de las banderas multicolores. Pero su recuperación no es realmente completa, y la efervescencia y calidad de vida que ofrecía en su apogeo no se ha vuelto a conseguir. La zona rosa desde hace tiempo está inmersa en un proceso de deterioro paulatino y que ha sido objeto de distintas propuestas de remodelación de muy distinta naturaleza, merece una intervención urbana.23 Para asegurar su vigencia urbana, la Zona Rosa –como el resto de la Ciudad de México– merece propuestas longevas de dignificación, de usos mixtos y bienestar social, en las que se aseguraría la convivencia de todos los grupos sociales que constituyen la población de la capital mexicana.

20. — referencia a la novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (The Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde), escrita por Robert Louis Stevenson y publicada en 1886, que trata de Gabriel John Utterson, un abogado que investiga la extraña relación entre su viejo amigo, el Dr. Henry Jekyll, y el misántropo Edward Hyde; que resultan ser una sola persona.

21. — Islas Vela, D. R. (2015). Zona Rosa: El territorio queer de la Ciudad de México. El consumo de la disidencia, identidades, cuerpos y habitares. Revista Latino-americana de Geografia de Gênero, Ponta Grossa.

22. — Banales, X. (2017). Cambios sociales distintos: Joteria en los EE.UU. y la Ciudad Amigable LGBTTTI en México. Bilingual Review Press.

23. — Chilango (2022, 30 de marzo). ¿Si habrá tirolesa? Este es el plan para enchular a la Zona Rosa, palabras de Rafael Gregorio Gomez, titular de la dependencia Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi).

 
 

Zona Rosa actual,
foto nocturna de la Zona Rosa como la conocemos hoy.
© piedepagina.mx

 
 

 

equipo editorial.

Romain Roy-Pinot
coordinador del área de investigación

Rocío García Camarero
arq. de restauración y rehabilitación de patrimonio

Aimée Mancilla Porraz
arq. de conservación del patrimonio

Esteban Juárez
estudiante en arquitectura

investigación.

Romain Roy-Pinot
coordinador del área de investigación

Esteban Juárez
estudiante en arquitectura

 

 

créditos foto de portada.

Pasaje Jacaranda,

interior del Pasaje Jacaranda en los años 60, al fondo el popular restaurante de comida italiana “Alfredo”.
© Colección Villasana–Torres

 
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