CIUDAD SOCIO-SEXUAL

 

DINÁMICAS SOCIO-URBANAS DE CONVIVENCIA QUEER-PATRIARCADO

autor

Romain Roy-Pinot

 

Marcha Trans,
el 19 de Noviembre del 2021, integrando miembrxs de la Tianguis Disidente y de la comunidad LGBTQI+, la marcha fue encapsulada por policías de la CDMX.
© Alexa Herrera / La Lista

 

Hacer ciudad es una labor constante. Las ciudades son el reflejo de nuestra sociedad, la expresión de nuestra cultura y, por lo tanto, se desarrollan en sincronía. La condición social de la comunidad LGBTQI+ evolucionó a través de medidas legales en favor de una integración social de las minorías sexuales (derecho al matrimonio y adopción para personas del mismo sexo, penalización de terapias de conversión, reconocimiento de la identidad de género administrativa para personas trans de más de 18 años…), aunque se manifiesta a nivel estatal de manera muy desigual. Por lo tanto, tomando como ejemplo la Ciudad de México, la comunidad queer tiene más visibilidad; lo que se transcribe, notablemente, en la oferta de lugares de encuentro. Sin embargo, esos espacios –que en ciertos puntos de la ciudad forman zonas– son condicionados por una política urbanística que sigue perpetuando un modelo social heteronormado, globalizado y capitalista, cuya historia excluye cierta parte de la población no sólo por su género, identidad u orientación sexual, sino también por sus orígenes, situación socioeconómica o discapacidades.

En nuestro artículo Zona Rosa, abordamos brevemente una realidad: si ciertas zonas de la ciudad se reivindican como incluyentes con respecto a la comunidad LGBTQI+, la estrategia urbana global replica modelos patriarcales que instauran una cierta jerarquía dentro de la misma comunidad. En nuestra labor de investigación encontramos diferentes reivindicaciones de vocabulario, tanto en ortografía como en estrategía de inclusión: entre otros ejemplos, la palabra queer se “latinizó” cuir y gay, gai; mientras que loca, buga, mayate, chichifo o vestida –entre otras– fueron empleadas como deconstrucción lingüística. Dentro de comunidades mexicanas, la palabra joto/a –junto con otra terminología parecida, como puto, maricón, o marimacha– históricamente ha sido utilizada de manera negativa para describir, clasificar, o lastimar a los que no encajan dentro de parámetros heteronormativos. Afortunadamente, el activismo de jotería está cambiando el sentido peyorativo de tales términos para que signifiquen algo afirmativo, cómo belleza, transformación y poder. En otras palabras, la descolonización ontológica es algo central en el proyecto político de Jotería. 1 En este artículo, aunque sus etimologías les otorgan una definición más cerrada, entendemos que los términos “queer” y “gay” hacen referencia a todxs lxs que componen la comunidad LGBTQI+.

 
 

Locabulario,
realizado por Juan Jacobo Hernández presentado en la revista Nuestro Cuerpo. Lenguaje y Opresión. No. 2-3, Julio de 1980.
© Juan Jacobo Hernández

 

Los trabajos sobre la socialización del género demuestran que el comportamiento de género es aprendido, no innato.2 Dentro de una sociedad ancestralmente heteronormada, es primordial contar con lugares de encuentro para que todas las minorías sexuales puedan expresarse, construirse y convivir. El anclaje espacial de las disidencias sexuales se sostiene en esencia por un sentido de otredad respecto al mundo heteronormativo, asimismo para generar lazos afectivos, sociales, de reconocimiento mutuo, compartiendo aspiraciones, intereses, costumbres, etc. Este entramado de relaciones tejidas entre los actores y su espacialidades adquiere una dimensión territorial principalmente con la generación de espacios que dan permisividad a estas prácticas, de este modo discotecas, bares, saunas, cafés o sex shops, comienzan a surgir entorno a la congregación de las disidencias sexuales en ciertas áreas del medio urbano, derivando en la conformación de barrios o zonas de tolerancia, los cuales pueden ser considerados como territorios queer, con límites bien definidos y dirigidos a las prácticas homoafectivas.3 ¿Zonas de inclusión “permisivas” o espacios exclusivos para los miembros de la comunidad LGBTQI+? Nos interesamos en el estudio de la convivencia que se establece entre una sociedad patriarcal y una reivindicación espacial legítima por parte de las minorías sexuales. ¿Cómo evolucionó esta coexistencia urbana y cuales son sus dinámicas actuales?

a leer: ZONA ROSA

2. — Hines, S. (2018) Is Gender Fluid?, Thames & Hudson.

3. — Islas Vela, D. R. (2015). Zona Rosa: El territorio queer de la Ciudad de México. El consumo de la disidencia, identidades, cuerpos y habitares. Revista Latino-americana de Geografia de Gênero, Ponta Grossa.

 
 

 

lugar de encuentros mixtos.

 

Los primeros lugares de encuentro abiertamente gays de México nacieron en los setenta. Como fue –y es– el caso de Spartacu’s (primer antro gay de Ciudad Neza), una mayoría de ellos mezclaban población hetero y gay. De cierta forma, más que por tratar de incluir la comunidad LGBTQI+ en una sociedad que la rechazaba, esta ambivalencia era una manera de asegurar una aceptación social. Los lugares demasiado provocadores eran más fácilmente susceptibles de cerrar; y, por lo tanto, invitar a heterosexuales a compartirlos era también una forma de disminuir las probabilidades de redadas y de proteger el poco espacio de libertad otorgado a las minorías sexuales. Los lugares gays tenian por lo tanto que recibir el apoyo de su clientela heterosexual y, en ciertos casos, se disfrazaban de restaurantes, bares o cantinas “clásicas” para no llamar la atención.

A mediados de los años setenta, la idea de intervenir un capital con el fin de abrir un sitio dedicado a dar de beber y divertir a personas con preferencia sexual condenada, era más bien intrépida. Lo normal era que los homosexuales se reunieran en sitios clandestinos, alejados de la mirada del público.4 En su libro Tengo que morir todas las noches, Osorno cuenta que la primera cantina gay de la Ciudad de México –llamada el Lhardy– se anunciaba como “salón para familias” 5 y que estaba en el sótano de un edificio cercano al parque de la Alameda y había que descender unas escaleras para entrar a la cantina.6 De la misma forma, en un contexto social todavía muy discriminante, esta apariencia normal era el pretexto para que ciertos hombres que no estaban seguros de sus deseos experimentaran sin remordimiento el ligue con homosexuales declarados y travestis.7

4. — Osorno, G. (2014) Tengo que morir todas las noches: una crónica de los ochentas, el underground y la cultura gay. Debate.
5. — ibid.
6. — ibid.
7. — ibid.

 
 

Tengo que morir todas las noches,
portada del libro
Tengo que morir todas las noches: una crónica de los ochentas, el underground y la cultura gay, escrito por Guillermo Osorno y publicado en 2014, por Debate.
© LUPA

 

Al contrario, El Nueve, establecido a finales de los setentas, se manifestó como un lugar en el que se juntó la tribu gay, se juntó la tribu travesti y la transexual, se juntó también la tribu contracultural.8 Por su integración en la vida sociocultural de la ciudad –que de ciertas formas recordaba la Zona Rosa de antaño– y porque se volvió un lugar multifacético, no sólo gay sino sociocultural, El Nueve pudo resistir frente a las políticas de redadas de la época. Osorno cuenta que Henri Donnadieu –fundador del Nueve– y sus socios abrieron también dos otros lugares muy opuestos: “El Olivo”, un restaurante híbrido en donde heterosexuales ocupaban mesas y homosexuales la barra y “El Metal”, una suerte de centro cultural nocturno –con dos restaurantes, un teatro, varias pistas de baile, un bar– que abrió únicamente tres noches que fueron fabulosas y todo el mundo que estaba se recuerda.9 El Metal cerró definitivamente por la presión de la delegación que sobre todo protestó por la presencia de travestis en la entrada mientras que El Olivo, por su fama y ambivalencia, representó un lugar “moderadamente” gay, y, por lo tanto, tolerado. ¿Seguimos viviendo en la herencia de una política de represión hacía la comunidad gay? ¿Se han constatado lugares de encuentros gays realmente exclusivos a lo largo de la historia? A la llegada de dichos lugares en México, se tuvieron que seguir esquemas implícitamente patriarcales y por lo tanto, la comunidad LGBTQI+ –establecida por definición al margen– también desarrolló una estructura interna heredada del machismo.

a leer: SPARTACU’S

8. — Osorno, G. (2021, 10 junio) Guillermo Osorno y la Zona Rosa [vídeo] de la serie Voces de la Ciudad. Chilango.
9. — ibid.

 
 

 

subcategorías sexuales.

 

Con el tiempo, los lugares destinados a la comunidad gay florecieron y su existencia fue tolerada, celebrada hasta ser reivindicada. Sin embargo, dentro de la misma comunidad LGBTQI+ existen discriminaciones y por lo tanto se generó una forma de jerarquía de poder que se transcribe en la misma oferta de diversión. Incluso siendo parte de una “minoría sexual”, conviene ser hombre, blanco y tener dinero. Los hombres han tratado siempre de ejercer su control en cada uno de los aspectos esenciales de la convivencia social, y una expresión básica de esta dominación es la espacial. Los hombres gay, son fundamentalmente, hombres, y su masculinidad (como símbolo de poder social) está siempre alerta [...] por el contrario, las lesbianas más que a concentrarse en un territorio determinado (aunque lo hagan ocasionalmente) tienden a establecer redes internas más interpersonales.10 Si los hombres homosexuales tuvieron que vivir sus relaciones afectivas en la clandestinidad; por haber nacido mujer y por sus preferencias sexuales, las lesbianas son doblemente discriminadas. En 2003, tuvo lugar la primera Marcha por la Visibilidad Lésbica de la Ciudad de México11 lo que deja entender que las lesbianas tienen reivindicaciones específicas, fuera de una lucha global ante las identidades y orientaciones sexuales. Mientras el símbolo multicolor se usa en la cultura LGBT hegemónica para supuestamente explicar diferencias de identidad sexual y de género a la misma vez que hay integración e unión, [...] el arco iris representa el imperialismo gay occidental, adoptado en muchas partes del mundo sin cuestionar las relaciones de poder que intrínsecamente son parte del símbolo, así como lo parecía en la CDMX.12

10. — San Martín Córdova, I. (2010). Visibilidad de la comunidad gay y lésbica en el espacio público de la Ciudad de México: la Zona Rosa. Revista Digital Universitaria. [mencionando a José Miguel Cortés]

11. — Ledeser. (s.f.) Línea del tiempo de los Derechos civiles, sexuales y reproductivos de personas LGBTI en México, ledeser.org.

12. — Banales, X. (2017) Cambios sociales distintos: Joteria en los EE.UU. y la Ciudad Amigable LGBTTTI en México. Bilingual Review Press.

 
 

Marcha Trans,
mujer trans participando a la marcha del 20 de Noviembre del 2020 en Puebla.
© Marlene Martínez

 

Esta reflexión sobre la ausencia de equidad en la oferta de servicios en la ciudad plantea cuestionaniamientos similares a los del Urbanismo Feminista: Nos preguntamos cómo sería una ciudad que no se conciba desde el mandato de la productividad, desde una racionalidad orientada a la ganancia y a una subjetividad específica, que es el hombre blanco, saludable, hétero, productivo, preferentemente de clase media. Es una invitación a correr el velo de todas las configuraciones urbanas que piensan al sujeto de la vida urbana como ese estereotipo androcéntrico.13 De manera general, a través del urbanismo se logra leer el espacio dado en la sociedad a ciertas categorías. Si de un lado, homosexuales, bisexuales y lesbianas reivindican espacios donde expresarse, definirse o simplemente gozar; la comunidad trans reivindica un lugar digno en una sociedad que, por el momento, cuando no les ofrece trabajos de bajo recurso, les impone ofertas laborales ancladas en una dinámica de diversión sexual. La cosificación que enfrentan las mujeres trans es una cosificación de carácter sexual que representa y trata a estas poblaciones como objetos sexuales. Por medio de esta cosificación el capitalismo y el patriarcado, en una alianza inquebrantable, se rehúsan a validar las cualidades intelectuales, y las habilidades sociales y personales que estas mujeres tienen, deshumanizándolas y reduciéndolas a instrumentos de deleite sexual principalmente masculino.14 La integración social de todas las identidades sexuales es primordial, considerando que México es el segundo país en el mundo con más asesinatos contra personas trans. Por lo tanto, luchar contra la discriminación sexual y generar una integración social van de la mano. Es necesario impulsar el movimiento “queer” [que] no es un movimiento de homosexuales ni de gays, sino de disidentes de género y sexuales que resisten frente a las normas que impone la sociedad heterosexual dominante, atento a los procesos de normalización y de exclusión internos a la cultura gay: marginalización de las bolleras, de los cuerpos transexuales y transgénero, de los inmigrantes, de los trabajadores y trabajadoras sexuales…15

13. — Aixa Rocca. (2020, 4 de enero) Sororidad profesional. Las mujeres también se unen en los espacios de trabajo. La Nación.

14. – Carmona Alvarado, K. (2021) La violencia contra las mujeres trans en los espacios públicos: Entre el acoso sexual y la transfobia. Revista Latinoamericana de Derechos Humanos, Volumen 32 (1), I Semestre 2021.

15. — Precario, B. (2012, 21 de agosto) “Queer”: historia de una palabra por Beatriz Preciado. Las Disidentes.

 
 

 

discriminación social.

 

Como lo mencionamos previamente, de manera general, en la dinámica actual de la ciudad, sigue existiendo una cultura dominante LGBT+ [que] privilegia la experiencia y perspectiva de gente (principalmente hombres) cisgenero blancxs de clase media/alta.16 En la configuración actual de cualquier ciudad –y la Ciudad de México no es excepción– se sigue constatando una gran disparidad en la oferta de servicios y de calidad de vida de una alcaldía a otra. En el caso de los lugares de encuentro gay, no todos los ciudadanos cuentan con una oferta similar, las clases populares provenientes principalmente del oriente de la ciudad, acuden a las discotecas con costos accesibles, ubicadas en Amberes o los espacios de ‘Cabaré Tito’. El metro es la forma de transporte más usual, para muchos de ellos, principalmente los más jóvenes, la fiesta debe terminar antes de las 12 am para poder alcanzar la última corrida del metro, o bien otra opción es quedarse a esperar en la Glorieta de Insurgentes la apertura del metro desde el cierre de las discotecas a las 3:00 o 4:00 am, hasta las 6 o 7 am cuando comienza a operar de nueva cuenta el metro. [...] Muchas veces nos tenemos que ir temprano porque el último metro pasa a las 12 de la noche, y llegar a nuestras casas es necesario. Cuando traemos dinero nos quedamos hasta que cierran los lugares, y es algo muy común ver en la glorieta a muchos chavos esperando a que abran el metro, si es en sábado a las 6 y si es en domingo hasta las 7. A veces es horrible la espera, pero pues conoces a gente allí, ligas y se hace más ameno, por lo regular siempre vamos al mismo destino, Iztapalapa, Iztacalco, Neza, Chimalhuacán (Oriente de la Ciudad de México)... (David, 21 años).17 Los lugares de encuentro están ante todo basados en una estrategia mercantil, por lo tanto, en las colonias Polanco y Lomas Bosques de Reforma han surgido discotecas dirigidas a consumidores con poder adquisitivo alto. [Sin embargo,] las disidencias sexuales de clase media y bajas de la Ciudad de México y del área conurbada también gozan de tener sus propios espacios, ejemplo de ello, Spartacus DiscoBar una de las discotecas más emblemáticas del ambiente gay en México, ubicada en el oriente de la ciudad.18

La cuestión de la accesibilidad de los espacios gay-friendly hacia un público amplio y de condiciones sociales diferentes es fundamental; pero, ante todo, la representatividad local y la afirmación en el espacio público de las minorías sexuales ofrecen un impulso social considerable. Mientras más se visibilizan miembros de la comunidad LGBTQI+ en la urbe y más la sociedad los integrará. En 2015, la Ciudad de México ha sido declarada “Ciudad Amigable LGBTTTI”. Para Edoardo Bordon, activista comunitario, la declaratoria también es algo contradictorio. [...] Lo de la declaratoria es un poco incongruente para mi ya que la ciudad en su totalidad no es Gay Friendly. Nuestro esquema cultural y étnico hace que sea un poco complicado el respeto a la diversidad. No es lo mismo ser gay abiertamente en la Zona Rosa que en [la colonia] Santa Martha en Iztapalapa.19 Por lo tanto, la “amigabilidad plena” sólo se puede adquirir con una propuesta equitativa de acceso a los servicios de la ciudad y la integración real de cada uno de los ciudadanos.

16. — Banales, X. (2017) Cambios sociales distintos: Joteria en los EE.UU. y la Ciudad Amigable LGBTTTI en México. Bilingual Review Press.

17. — Islas Vela, D. R. (2015). Zona Rosa: El territorio queer de la Ciudad de México. El consumo de la disidencia, identidades, cuerpos y habitares. Revista Latino-americana de Geografia de Gênero, Ponta Grossa.
18. — ibid.

19. — Banales, X. (2017) Cambios sociales distintos: Joteria en los EE.UU. y la Ciudad Amigable LGBTTTI en México. Bilingual Review Press.

 
 

La Casa de la Mema,
portada del libro
La Casa de la Mema, Travestis, Locas y Machos escrito por Annick Prieur y publicado en 2014, por el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM.
© LUPA

El libro cuenta la historia de Gerardo Ortega —activista para los derechos de la comunidad LGBTQI+ y en la lucha contra el SIDAy de su casa, ubicada en Ciudad Neza, en la cual albergó a muchas personas trans rechazadas por la sociedad, en los años ochenta.

 

Si en la CDMX vimos llegar en todos los lugares de encuentro placas indicando que “En este establecimiento, no discriminamos…”,20 las leyes no erradican las barreras sociales que mantienen establecida una cierta segregación ante los individuos al margen de un modelo patriarcal y capitalista, ante quién no encaja, ante quién no le alcanza. Preferencia sexual y condición social, van a veces de la mano y se manifiestan como una rebelión socio-sexual todavía discriminada. A menudo se siente y se observa en las miradas de las personas un desprecio, basado en la clase, hacia la vulgaridad de las vestidas. Por ejemplo, en la mayoría de las discos homosexuales donde la clientela es básicamente de clase media no se admite a las vestidas. He oído que tienen reputación de buscapleitos, pero supongo que esa no es la única explicación. La mayoría de los establecimientos intenta atraer a una clientela bastante homogénea con la intención de que unos clientes se sientan bien al verse reflejados en los otros que están presentes, pues si no pueden identificarse con las otras personas que asisten, o simplemente no lo hacen, no se sentirán a gusto y es probable que en el futuro no sean clientes asiduos del lugar.21 Detrás de una incitación a la “mixidad” social se esconde una realidad socioeconómica difícil de controlar. Annick Prieur, autora de La Casa de la Mema, confiesa: No he estudiado a los hombres homosexuales de clase media en México, así que no puedo decir mucho sobre las razones por las que la mayoría de ellos ha elegido un estilo más bien discreto. Sin embargo considero que en caso su estilo facilita la integración en su ambiente social, pues pueden interactuar sin que se tome en cuenta su homosexualidad, ya que su apariencia no es un indicador abierto de sus preferencias sexuales. Debido a esto pueden ser definidos de acuerdo con otras características, como su posición en el espacio social, y no con su preferencia sexual. Resulta claro que no tendrían la misma posibilidad de integrarse en la vida socioeconómica y desarrollar una carrera profesional si anduvieran por el mundo con la apariencia de las jotas de Neza, quienes no pueden aspirar a cursar estudios profesionales y, privados de otras formas de capital, enfatizan los recursos de su cuerpo.22 Por lo tanto, para ciertos grupos, detrás de una estrategia de integración, se siguen operando una misma conformidad ante reglas sociales ancestralmente establecidas y la condición social difimuna la discriminación sexual.

20. — Copred. (2017). “Obligación de establecimientos mercantiles, colocar Placa por la No Discriminación” Boletín 006.
[frase completa: “En este establecimiento, no discriminamos… En la CDMX se prohíbe negar, excluir o distinguir el acceso o prestación del servicio a cualquier persona o colectivo social por su origen nacional, lengua, sexo, género, edad, discapacidad, condición social, identidad indígena, identidad de género, apariencia física, condiciones de salud, religión, formas de pensar, orientación o preferencia sexual, por tener tatuajes o cualquier otra razón que tenga como propósito impedir el goce y ejercicio de los derechos humanos.”]

21. — Prieur, A. (2014) La Casa de la Mema, Travestis, Locas y Machos. Programa Universitario de Estudios de Género, UNAM.
22. — ibid.

 

Polette y Gerardo Ortega (La Mema),
foto tomado en junio de 1980 por Augustín Martínez Castro, quién hizo el reporte fotográfico de la mayor de los eventos de la comunidad LGBTQI+ de los años 80.
© Agustín Martínez Castro

 
 

 

lugares desapropiados.

 

En los años 80 se temía la creación de un “ghetto gay” a través de la apropiación paulatina de la Zona Rosa por la comunidad LGBTQI+. Sin embargo, como es el caso de muchas ciudades, el “barrio gay” de la Ciudad de México se encuentra en un área de tránsito, entre ejes claves de la capital; lo que volvió a la Zona Rosa más una zona de tolerancia que de exclusividad. Existe una gran diferencia entre un espacio “permisivo”, “de tolerancia” y realmente “de goce”. Se han caracterizado dos modelos de apropiación, organización y funcionamiento espacial de las zonas gay: el comunitarista como más extendido en Norteamérica, y el integracionista más bien dominante en Europa.23 Comunistarista, incitando a la afirmación y construcción social fuera de una concepción heteronormada e integracionista, favoreciendo una integración de la comunidad en la dinámica socio-urbanística de la ciudad; parte del supuesto que la condición gay o lesbiana no debe resguardarse y hacerse visible sólo en espacios exclusivos, sino que ha de integrarse en la sociedad con los mismos derechos institucionales y sociales –derecho al matrimonio y adopción de niños- que el resto de ciudadanos y conseguir así iguales niveles de respetabilidad. Este punto de partida supone que la sociedad es tan respetuosa que no es necesario aislarse para protegerse de la homofobia social. Según este modelo no debería haber espacios públicos exclusivos.24 En México, se pueden constatar los dos fenómenos a la vez, con una Zona Rosa integrada a un contexto socioeconómico más amplio que implica una convivencia y lugares satélites reservados a ciertos miembros de la comunidad LGBTQI+.

La tendencia “integracionista” reivindica espacios “permisivos” más que de exclusión. Y la “permisividad” es reciproca: en los antros que se reinvidiquen gays se concede la entrada a un público heterosexual. Este fenómeno manifiesta la necesidad de ciertas mujeres cis-heteros de encontrar lugares donde puedan también sentirse en seguridad. Sin embargo, con el tiempo, esta tendencia incitó a sus parejas o acompañantes heterosexuales a apropiarse también de los lugares de encuentro queer. Poco a poco, la “queerness” de los bares gays se difuminó y se distinguía en su nombre y decoración. La convivencia queer-hetero no fue genuina, y la comunidad gay desertó de ciertos lugares para apropiarse de otros nuevos al margen de la usurpación heterosexual. En 2012, Vice propuso la ​​guía “para heteros de cómo comportarse en bares de ambiente”, que propone irónicamente una forma de “etiqueta” dirigida tanto a los hombres cis-hetero como a las mujeres. Se confirma, por lo tanto, que los lugares de encuentro gay instauraron con los años sus propias reglas y dinámicas, fuera de las normas sociales preestablecidas y que en ellos, la necesidad de adecuación se ha invertido.

23. — Islas Vela, D. R. (2015). Zona Rosa: El territorio queer de la Ciudad de México. El consumo de la disidencia, identidades, cuerpos y habitares. Revista Latino-americana de Geografia de Gênero, Ponta Grossa.
24. — ibid.

 
 

Marcha Trans,
el 19 de Noviembre del 2021, integrando miembrxs de la Tianguis Disidente y de la comunidad LGBTQI+, la marcha fue encapsulada por policías de la CDMX.
© Alexa Herrera / La Lista

 

Si el resto de la ciudad ya pertenece a la conformidad heterosexual, ¿no sería legítimo exigir espacio exclusivos? La apropiación heterosexual de los antros queer son la consecuencia de una ciudad androcéntrica. La calle ofrece libertad individual al igual que tentaciones y peligros. Es un espacio fundamentalmente de hombres, quizá habitado por prostitutas y pecadores, pero de ninguna manera por una esposa o madre de verdad.25 Ya que la calle es intrínsecamente patriarcal; sólo los espacios determinados pueden asegurar un espacio de expresión para los que no encajan en su dogma. Es legítimo reivindicar espacios de exclusividad, aunque podrían parecer lugares de exclusión. Como es el caso de los primeros vagones del metro de la Ciudad de México –exclusivamente dedicados a mujeres, niños y personas con discapacidades–, ciertas categorías necesitan espacios en los cuales se asegura su propia seguridad y su bienestar. Uno de los contrastes u oposiciones básicos que mantienen la división sexual y por lo tanto la dominación de los hombres en muchas sociedades, quizás en todas, es el que se establece entre la casa y la calle.26 Reivindicar lugares seguros y de goce para las minorías y todxs lxs que no encajan en el patriarcado-capitalista, es recuperar un poco de espacio de expresión en una sociedad que mantiene muda a una parte de su población por su género, su identidad u orientación sexual.

a leer: APROPIACIÓN

25. — Prieur, A. (2014) La Casa de la Mema, Travestis, Locas y Machos. Programa Universitario de Estudios de Género, UNAM.
26. — ibid.

 
 

 

conclusión.

 

Si desde un inicio, la sociedad no establece una equidad real entre los sexos, todas las minorías sexuales son irremediablemente discriminadas y se instauran en ellas ciertas jerarquías. Los movimientos feministas, la lucha por los derechos de la comunidad LGBTQI+ y contra cualquier tipo de discriminación intentan cerrar heridas abiertas por un patriarcado inscrito en nuestras sociedades y anclado en el urbanismo, desde hace siglos.

El patriarcado instaura una visión maniqueísta de los géneros, en el que identidades y orientaciones sexuales no son flexibles. Los travestis tienen una larga historia en muchas partes de América Latina. Históricamente, los travesti han sido entendidos como personas que son tanto hombres como mujeres, pero hoy en día, al igual que los hijra en la India, suelen ser considerados como un tercer género. En la cultura zapoteca de México, los muxes han sido reconocidos tradicionalmente como un tercer género en un sistema anterior a la colonización española.27 ¿Cómo asegurar una inclusión social a todxs lxs que no encajan?

Nos queda esperar que las dinámicas urbanas sigan el ritmo de la revolución ideológica que estamos viviendo. La idea de la fluidez de género sugiere que el género no está fijado por la biología, sino que cambia según las preferencias sociales, culturales e individuales.28 El urbanismo, en vez de seguir un movimiento social, puede también contribuir a impulsar nuevos modelos; para que por fin las calles, los espacios públicos y los servicios de la ciudad sean realmente propiedad de nadie y terrenos de todxs.

27. — Hines, S. (2018) Is Gender Fluid?, Thames & Hudson.
28. — ibid.

 
 
 

Is Gender Fluid?
páginas 65 y 66 del libro
Is Gender Fluid? escrito por Sally Hines y publicado por Thames & Hudson en 2018.
© Thames & Hudson

 

 

equipo editorial.

Romain Roy-Pinot
coordinador del área de investigación

Rocío García Camarero
arq. de restauración y rehabilitación de patrimonio

Aimée Mancilla Porraz
arq. de conservación del patrimonio

investigación.

Romain Roy-Pinot
coordinador del área de investigación

Esteban Juárez
estudiante en arquitectura

 

 

créditos foto de portada.

© Secretaría de Cultura. Gobierno de México.

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