pintando esculturas, la obra de V. Rojo.
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parte 3 de 4
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JARDÍN URBANO
pintando esculturas, esculpiendo murales
Diseñador gráfico, editor y artista, Vicente Rojo siempre tuvo una expresión plástica muy peculiar. Si nació en Barcelona, su influencia es sumamente mexicana: su ingreso en el Instituto Nacional de Bellas Artes marcó el inicio de sus contribuciones en las tendencias estéticas del arte mexicano.1 El Museo Kaluz está actualmente presentando la exposición “Signos y Letras | Vicente Rojo” en la cual podemos constatar que el artista enfocó su trabajo en el estudio de la plasticidad de lo aplanado. Muchas de las obras expuestas en este espacio se articulan alrededor del concepto de su intervención en la fachada del museo. Algunos cuadros se constituyen de objetos integrados a una composición muy “gráfica” como bajorrelieves de ready-mades, cuando otros convierten la pintura en un elemento tridimensional, usando pastas pigmentadas cuyo grosor genera un juego de luz y sombra. Es curioso que, en la alquimia juguetona de su pintura, muchas de las superficies de las obras de Vicente Rojo en las últimas décadas tengan, al final del proceso, una apariencia mineral.2 Dos caminos que hacen de la obra de Vicente Rojo un compromiso entre lo pictórico y lo escultórico. Cada obra ofrece una variación particular entre lo abstracto y lo figurativo; y el “Jardín Urbano” no es excepción porque pretende representar árboles pero emplea una estilización que nos aleja de una interpretación evidente. “Signos y Letras”, el artista mexicano erige una frontera porosa entre la semántica de las formas y la abstracción de lo identificable.
1. — extracto del texto introductivo de la exposición “Signos y Letras | Vicente Rojo”.
2. — Medina, C. (2019) “Estar donde está el tronco”: Los árboles-letras del mural de Vicente Rojo de Hospedería Santo Tomás de Villanueva y su entorno, varios autores. Investigación de Elena Horz Balbás. Ed. Kaluz.
Bocetos de Jardín Urbano,
bocetos del mural presentados en la exposición Signo y Letras | Vicente Rojo.
© L U P A
Es subjetivo calificar claramente la obra híbrida que representa el Jardín Urbano. ¿Que se requiere para llamarlo mural? ¿Qué le falta para calificarlo de muro? ¿Qué le sobra para no concebirlo como altorrelieve? Es recurrente referirse al Jardín Urbano como a un mural, de la misma forma que calificamos de mural la obra de David Alfaro Siqueiros, quien intervino de manera tridimensional en la fachada norte de la Torre de Rectoría de la UNAM. Tal vez las sombras generadas por la leve volumetría de la obra de Vicente Rojo y su variación de materialidad se siguen percibiendo ante todo como unos elementos de dimensión gráfica, más que escultórica. La piedra se representaría, siguiendo esta lógica, como una simple herramienta para materializar una intención pictórica. El tema de la pigmentación es muy recurrente: se propuso al maestro Vicente Rojo una selección de opciones como tezontle, recinto gris de poro abierto y recinto negro de poro cerrado de Puebla, conchuela de Yucatán, América roja, América canela y América negra de Hidalgo, tezontle del Estado de México y cantera verde de Guanajuato.3 De la misma forma se analizó que Rojo descartó los contrastes mayores.4 Formas y tonos parecen prevalecer a la coherencia de la propuesta arquitectónica que el artista logró plantear.
3. — Medina, C. (2019) “Estar donde está el tronco”: Los árboles-letras del mural de Vicente Rojo de Hospedería Santo Tomás de Villanueva y su entorno, varios autores. Investigación de Elena Horz Balbás. Ed. Kaluz.
4. — Medina, C. (2020) Mural Museo Kaluz, documental.
Jardín Urbano,
foto de la fachada lateral del Museo Kaluz, tomada en 2021.
© L U P A
Un documental, presentado en el auditorio del Museo Kaluz, —en conjunto con la exposición “Signos y Letras | Vicente Rojo”– nos explica el proceso del artista. Como comentamos antes, el hecho de proponer diez ventanas tuvo inicialmente la intención de entrar en coherencia con la fachada principal, sin embargo, esta decisión se podría también interpretar como una propuesta de pintar mineralmente una serie de diez cuadros. Pasar de la pintura al arte público monumental es una gimnástica intelectual y del hacer. Si el pintor es maestro tanto del concepto como del gesto que produce la obra, en el caso de Jardín Urbano, Vicente Rojo tuvo que entregar bocetos que fueron luego interpretados por artesanos que materializaron su intención.
El artista, para poder componer con diferentes tonos, los tuvo que proyectar en dibujos de mayor contraste. El encargo fue armar el mural en piedra. En estas imágenes yo dibujé los tonos más intensos, a pesar de que los colores reales eran de una gama más bien grisácea.5 Para darse realmente cuenta del dimensionamiento, Rojo extendió grandes láminas de craft en su taller –sobre las cuales dibujó las grandes líneas de su proyecto– y los hizo reproducir a tamaño natural en vinil, como si fueran una manta para anuncios, y los colgó en el frente de su estudio.6