características de la Chinantla.

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parte 1 de 6

SIERRA CHINANTECA
crónica de un patrimonio vulnerable

 

El nombre Chinantla tiene un significado parecido a la palabra azteca Chinamitl, de la cual deriva, que significa “un espacio encerrado”, vocablo que designa corral y valle cercado por montañas.1 Desde la denominación de su región, el desarrollo económico y urbano de los pueblos chinantecos está condicionado por las características geográficas de la sierra. Las más altas montañas de la Chinantla llegan a hasta 2,400 metros de altura, en el Cerro de Cuasimulco (o Cerro de Zacate).2 Los montes se impusieron como divisores naturales de los diferentes agrupamientos chinantecos; ciertos pueblos se desarrollaron en las alturas —Chinantla alta— cuando otros se apropiaron las cañadas —Chinantla baja. Las montañas no solo dividieron a los chinantecos en pueblos sino que generó variantes del idioma chinanteco. Bevan contabiliza cuatro grupos principales de chinantecos: el grupo del Valle Nacional, el grupo del distrito de Choapam, el grupo del Norte y del Oeste y el grupo Yolox. Estos grupos son también delimitados por las condiciones geográficas. Los tres pueblos que visitamos están todos ubicados en la Chinantla alta; pero en dos grupos. Santa María Lovani y San Juan Petlapa (separados de 13.3 km) son parte del grupo del distrito de Choapam, un grupo que se llama a sí mismo wah-mi. Bevan describe este grupo así: Huipiles blancos, lisos, es la prenda usada por las mujeres, pero tejidos para ellas por las zapotecas. Los niños usan trenzas peinadas con estambres rosados o rojos. La fibra de la pita se usa para hacer cestos. No se fabrica alfarería. No hay ningún día de mercado de aldea. Los techos son ingeniosamente construidos con vigas en forma de triángulos. Se bebe aguardiente en exceso. [...] Los servicios eclesiásticos de antiguos manuscritos, a menudo se leen en chinanteco.3 Por otro lado, el pueblo de San Pedro Ozumacín, se encuentra en el grupo del Valle Nacional, cerca de Tuxtepec y por lo tanto de la frontera veracruzana; este grupo se reivindica hu-me. Bevan nos presenta este grupo de la siguiente manera: Los huipiles son tejidos y usados por las mujeres mismas. En la decoración, un rasgo distintivo es un gran vaso de flores, trabajado en varios colores en la frente y en la espalda. No se hace ninguna cerámica. [...] El chinanteco ya no es usado en los servicios eclesiásticos.4 Estos dos breves retratos hablan de dos condiciones culturales y socio-económicas distintas; al visitar esas dos áreas, constatamos que sigue existiendo una fuerte tensión entre el desarrollo y el mantenimiento de las tradiciones más antiguas que retomaremos más adelante.

1. Bevan B. “Los Chinantecos y su hábitat”, Instituto Nacional Indigenista, 1987.
2., 3., 4. ibid.

 

Mapa 1. Los “muros” de la Chinantla.
foto de las páginas 16 y 17 del libro "Los Chinantecos y su hábitat", de Bernard Bevan, Instituto Nacional Indigenista, 1987
© L U P A

 

Como lo indica la profesora-investigadora de la UAM-Iztapalapa Ana Paula de Teresa, del mosaico de grupos indígenas que habitan el estado de Oaxaca, el chinanteco aparece como uno de los que más ha logrado mantener su coherencia interna.5 En el transcurso del siglo XX, la población de la sierra aumentó considerablemente. Se constató que entre 1921 y 1990 la población total del área chinanteca pasa de 27 942 a 110 223 habitantes, lo que representa una tasa de crecimiento promedio anual del orden de 2.1 por ciento mientras que, durante el mismo periodo, la población del estado de Oaxaca sólo alcanza una tasa del 1.7 por ciento promedio anual.6 Desde los años treinta, Bevan notaba un fenómeno que se ha perpetuado durante el siglo XX: si la población chinanteca crece, los pueblos no transcriben esta evolución demográfica. “La información censal disponible indica que entre 1900 y 1997 existieron en la región 491 centros de población de los cuales actualmente sólo quedan 258. Esto significa que la “esperanza de vida” de las localidades es extremadamente baja.7 Existe un fenómeno inter-migratorio que implica que en vez de que crezca un pueblo, sus habitantes formen otras entidades urbanas. La aparente fragilidad que amenaza la existencia de los centros de población en la Chinantla, encubre el hecho de que la población que los habita no desaparece con ellos, sino que generalmente se desplaza hacia otras localidades o funda nuevos poblados.8 Se estima que en el transcurso del siglo XX, en la Chinantla, los asentamientos humanos tenían un promedio de 57 años de vida y que los que desaparecieron alcanzaban un promedio de 16.3 años.9

5. de Teresa, A. P. (1999) Población y recursos en la región chinanteca de Oaxaca, Ciudad de México: Desacatos no. 1.
6., 7., 8., 9. ibid.

 

Mapa 3. Rutas comerciales de la Chinantla.
foto de la página 23 del libro "Los Chinantecos y su hábitat", de Bernard Bevan, Instituto Nacional Indigenista, 1987
© L U P A

 
 

Sin duda, el pueblo chinanteco pervive porque es capaz de una gran adaptación a los retos que representa el hecho de vivir en las montañas. Por lo tanto, las condiciones económicas de la Chinantla tienen repercusiones sobre la repartición de la población en el territorio. Las chinantecas y los chinantecos aprovechan los terrenos con la lógica de cultivo y los pueblos se van formando alrededor de esas necesidades. Así que el pueblo chinanteco por las condiciones que ofrece su sierra se volvió de cierto modo nómada. Como en muchos territorios, la economía rige los movimientos migratorios y entre 1970 y 1990 se notó por el ejemplo del desplazamiento de veinte mil chinantecos a zonas de reacomodo en los estados de Veracruz y Oaxaca10 por la construcción de las presas Temascal y Cerro de Oro.

10. de Teresa, A. P. (1999) Población y recursos en la región chinanteca de Oaxaca, Ciudad de México: Desacatos no. 1.

 

 

equipo editorial.

Romain Roy-Pinot
coordinador del área de investigación

Rocío García Camarero
arq. de restauración y rehabilitación de patrimonio

Aimée Mancilla Porraz
arq. de conservación del patrimonio

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diálogo con la naturaleza chinanteca.