LA EMBAJADA DE JAPÓN EN MÉXICO

HISTORIA DE UN PUENTE CULTURAL METABOLISTA

autor

Romain Roy-Pinot

 

Las embajadas son edificios muy particulares. Son el vector de dos identidades culturales y la alegoría de una relación bilateral. Generan indudablemente un hito urbano a escala local, que contribuye a determinar la importancia de una capital; por lo tanto, se vuelven los emblemas arquitectónicos de las intenciones del país que las solicita. En la Ciudad de México, la ubicación de las embajadas y su resolución arquitectónica son reveladores de la amistad o consideración que ligan a dos países: la Embajada de los Estados Unidos Americanos es un fuerte marcador urbano, y muchos chilangos se refieren a ella como “la Embajada”, sin necesidad de especificar cual; la avenida del Paseo de la Reforma y sus alrededores cuentan con otras embajadas, tanto como en Polanco y Lomas de Chapultepec. Una de las excepciones es la Embajada de la Federación de Rusia, que toma sus distancias con las demás, en San Miguel de Chapultepec.

La Embajada de Japón en México es un ejemplo muy atípico, cuya fase de conceptualización reunió a grandes arquitectos, fue el resultado de un encuentro intelectual entre un arquitecto japonés y dos mexicanos, que intercambiaron ideas, conceptos y criterios, dando como resultado un edificio con un diseño formal innovador, debido al uso del concreto armado, y a la flexibilidad de su concepto estructural, que permite adaptarlo a diferentes usos.1 El edificio fue construido en 1974 y fue diseñado por los arquitectos mexicanos Pedro Ramírez Vázquez y Manuel Rosen Morrison y el arquitecto japonés Kenzo Tange, premiado trece años después con el premio Pritzker. Más allá de su calidad espacial, este edificio es un referente mayor por marcar una transición en la “política arquitectónica” ocurrida en México, siendo el resultado de una de las primeras colaboraciones internacionales para producir arquitectura en el país.

 

1. — Cruz, L. (2020) The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, Docomomo, nº 63.

 

Embajada de Japón en México,
vista de la Embajada, desde la Calle Río Nilo
© Fondo Manuel Rosen Morrison | Archivo de Arquitectos Mexicanos, FA, UNAM

 

Para Kenzo Tange y Pedro Ramírez Vázquez, la embajada representó un proyecto importante pero pequeño; y por lo tanto no se encuentran muchos datos sobre ello en los archivos de esos reconocidos arquitectos.2 Al contrario, el archivo de Manuel Rosen Morrison tiene mucha información sobre el proceso de concepción, a través de planos, bocetos y registro fotográfico de la obra construida. Este archivo se encuentra bajo la responsabilidad de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, como parte del “Archivo de Arquitectos Mexicanos“. Fue la fuente principal de uno de los textos más recientes sobre la embajada, escrito por la doctora en Arquitectura, investigadora y coordinadora del mismo archivo, Lourdes Cruz, The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage.3

El proyecto de la Embajada Japonesa en México es revelador de las condiciones en las que se producía arquitectura tanto en Japón como en México en esta época. Fue una oportunidad de estudiar lo que liga arquitectónicamente a los dos países, de entender sus paralelismos y distinciones. La historia de la arquitectura japonesa y mexicana está también ligada a las oportunidades que tuvieron los tres arquitectos involucrados en esta embajada. Este hito bilateral es también el manifiesto de una arquitectura moderna en constante redefinicion.

2. — cabe mencionar que el proyecto de la Embajada Japonesa en México no está mencionado en la amplia exposición dedicada a Pedro Ramírez Vázquez (exposición epónima que expone gran parte del archivo personal del arquitecto) en el Museo Soumaya (Plaza Loreta) desde diciembre 2022, sin fin determinado.

3. — The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, es un artículo escrito por Lourdes Cruz, publicado en 2020 en el número 63 de la revista Docomomo 63; se encuentra disponible aquí.

 
 

 

Japón, México y arquitectura.

 

Tanto Japón como México fueron marcados por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, –de muy diferente manera– a nivel tanto socioeconómico como cultural, lo cual se transcribió a través de sus respectivas arquitecturas. En el caso de México, los conflictos tuvieron una importancia decisiva para la economía mexicana, que comenzó a producir productos que antes importaba; México comenzó lentamente a desarrollarse industrialmente, lo que llevó a la concentración de su población en sus principales ciudades.4 Por lo tanto, se consolidó un deseo de presentar una imagen de progreso y modernidad que se manifestó en las principales ciudades de México mediante el uso de una arquitectura acorde con las vanguardias de los países desarrollados.5 Para Japón, y particularmente para las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, este periodo fue sinónimo de reconstrucción. Fue la ocasión para Kenzo Tange de enseñar sus capacidades: fue el encargado de diseñar la estrategia de reconstrucción urbana de Hiroshima, la cual integra la construcción del Museo Memorial de la Paz (1955) y del Centro de la Paz (1949-1955) que diseñó con Takashi Asada y Sachio Otani.

4. — Cruz, L. (2020) The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, Docomomo, nº 63.
5. – ibid

 
 
 

Centro de la Paz,
Hiroshima, 1949-1950
autoría desconocida

 

En los años sesenta, tanto los Juegos Olímpicos de Tokio (1964) como los de la Ciudad de México (1968) fueron la ocasión para ambos países de afirmar su cultura ante el mundo entero, tanto social como arquitectónicamente. Como lo mencionamos en nuestro artículo sobre “Los elefantes blancos de Rio 2016”, esas dos olimpiadas marcaron una fuerte transición en la percepción de los Juegos ante una sociedad ya en proceso de globalización. Fueron precursores generando una identidad visual para representar a sus capitales —y por extensión, a sus naciones— y acelerando el desarrollo urbano para la organización de tal evento. Ambas Olimpiadas tuvieron una repercusión crucial en la vida socio-económica tanto de Japón como de México, y contribuyeron a inscribir la arquitectura regional en un espectro internacional. Tanto la arquitectura japonesa como mexicana confirmaron su peso en la definición de una arquitectura moderna ya globalizada. Todo el trabajo realizado por Kenzo Tange para los Juegos Olímpicos de Tokio permitió que el arquitecto adquiriera un reconocimiento internacional debido a que, entre otros edificios, diseñó el Gimnasio Nacional Yoyogi Arena (1964) y la Alberca Olímpica de Tokio (1964).

 
 

Gimnasio Nacional Yoyogi,
Tokio, 1964. vista area.
autoría desconocida

 

En el caso de los juegos de México, Pedro Ramírez Vázquez fue el presidente del Comité Olímpico y por lo tanto, se volvió el organizador clave del evento, contribuyendo arquitectónica y urbanísticamente a la mutación de la Ciudad de México. Además del Estadio Azteca (1966), durante esta misma década, el arquitecto diseñó el Museo Nacional de Antropología (1964) y el Museo de Arte Moderno de México (1964), mientras que participó en la organización de la Ruta de la Amistad (1968), dando a México 68 una vocación cultural más amplia que el recinto deportivo. De su lado, los Juegos permitieron a Manuel Rosen Morrison realizar su obra más conocida: el complejo de la alberca y el gimnasio olímpicos, realizados con Eduardo Gutiérrez Bringas, Antonio Recamier y Juan Valverde, tras ganar el primer premio en el concurso organizado con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968.6

6. — Arquine (2018, 10 de noviembre) Manuel Rosen (1926-2018), Arquine.

 
 

La Alberca Olímpica "Francisco Márquez", el Gimnasio Olímpico "Juan de la Barrera",
Ciudad de México, 1968.
© Bob Schalkwijk

 

Además de la Embajada de Japón en México, la relación mexicano-japonesa se ha instaurado a través de ciertos proyectos. En 1966, se construyó la Embajada de México en Japón, diseñada por los arquitectos mexicanos Guillermo Rossell de la Lama y Lorenzo Carrasco, en conjunto con el arquitecto japonés Hiroshi Ohe. El edificio emplea a la vez los códigos minimalistas de la arquitectura japonesa y detalles propios de la “modernidad mexicana”, como el patrón de celosías. En 1976, unos años después de la construcción de la embajada, Pedro Ramírez Vázquez colaboró con Manuel Rosen y Rafael Espinoza en el diseño del Liceo Mexicano-Japonés ubicado al sur de la capital mexicana. Además de los Juegos Olímpicos de Tokio (1964), Japón organizó en 1970 la Exposición Universal de Osaka7 (Expo ’70) para la cual Kenzo Tange diseñó el plan director mientras que Agustín Hernández Navarro fue encargado de la construcción del pabellón de México. La propuesta del arquitecto mexicano entró en lógica con la tendencia “metabolista” de la exposición, generando entre los dos arquitectos una admiración mutua y una gran amistad.

7. — cabe señalar que Osaka volverá a organizar una “Exposición Universal” en 2025.

 
 

Embajada de México en Japón,
Tokio, 1966.
autoría desconocida

 
 

 

el proyecto de la Embajada de Japón en México.

 

En la época de su conceptualización, la Embajada de Japón constituyó una suerte de excepción en el proceso de creación de embajadas por el gobierno japonés. Para nosotros fue una gran satisfacción saber que, por primera vez, el Gobierno japonés ha invitado a arquitectos de otro país a diseñar una de sus embajadas.8 En realidad, es gracias a Manuel Rosen Morrison que esta oportunidad dio a luz. Sin dejar de trabajar como arquitecto, se lanzó en una aventura empresarial en la que él y sus socios intentaron abrir una franquicia en Ciudad de México de un famoso restaurante japonés. Esta fallida aventura le permitió visitar Japón y, al mismo tiempo, entablar una estrecha relación con personas importantes de la embajada japonesa en México.9 Rosen Morrison tenía la reputación de ser un verdadero “diplomático” en el mundo de la arquitectura, recibiendo en su casa a la alta sociedad mexicana e internacional. Influenciados por Manuel Rosen Morrison, los diplomáticos japoneses se preocuparon por construir una nueva embajada en México que representara adecuadamente la importancia de su país10 y optaron por el dueto de arquitectos mexicanos que formaba con Ramírez Vázquez.

Sin embargo, más allá de representar un gran honor, para Pedro Ramírez Vázquez y Manuel Rosen Morrison, el proyecto constituye una gran responsabilidad. Ya sabíamos cómo se utilizaban o necesitaban los servicios de una embajada en México, y cómo opera Japón en México. Eso nos da el programa, y los funcionarios de la embajada japonesa podrían decirnos lo que necesitan. ¿Pero la interpretación arquitectónica? Nunca hemos construido en Japón. ¿Cómo los japoneses sienten el espacio? Nosotros no somos japoneses, así que necesitamos que un japonés nos lo diga, y mejor si ese japonés es alguien acostumbrado a crear espacios: un arquitecto. Y entre ellos, de todos los arquitectos japoneses que conocemos y cuyo trabajo nos gusta, está Kenzo Tange... Ha construido en muchos países, por lo que está acostumbrado a trabajar con técnicos de distintas procedencias y en equipo.11

8. — Rosen Morrison, M. (1976) Embajada de Japón, ‘Un edificio que canta’ [entrevista dirigida por Alberto​​ Bonifaz V], Constru-noticias, n° 144, enero 1976.

9. — Cruz, L. (2020) The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, Docomomo, nº 63.
10. — ibid.

11. — Ramírez Vázquez, P. (1975) Un proyecto notable: la Embajada de Japón [entrevista dirigida por Alberto​​ Bonifaz V], Construcción Mexicana, vol. 15, n° 13, junio 1975.

 
 
 

Embajada de Japón en México,
plan maestro de la embajada
© Fondo Manuel Rosen Morrison | Archivo de Arquitectos Mexicanos, FA, UNAM

 

El proyecto de la Embajada de Japón en México convocó a seis manos; el archivo de Rosen Morrison confirma que la autoría –y por lo tanto las ganancias– del proyecto fue dividida de manera equitativa entre los tres arquitectos. Sin embargo, en relatos epistolares, se reveló que Kenzo Tange vino una sola vez a México —lo cual molestó a Rosen Morrison—, mientras que Manuel Rosen Morrison fue a Japón en dos ocasiones. Al estudiar el archivo de Manuel Rosen Morrison, Lourdes Cruz descubrió que se firmó un contrato el 16 de mayo de 1973 entre los arquitectos y la Embajada de Japón comprometiendo a Tange, Ramírez Vázquez y Rosen Morrison a que los anteproyectos, el proyecto ejecutivo, los planos y los dibujos estructurales de todas las instalaciones de la embajada, junto con las hojas de cálculo, [fueran] aprobados por el gobierno japonés antes del 30 de julio de 1973. Los arquitectos también tendrían que establecer las directrices para el proceso de licitación de la construcción.12 El proyecto supuso por lo tanto un tiempo reducido y el proceso para encontrar una idea directriz fue laborioso: se desarrollaron ocho propuestas de diseño, en mi última visita a la capital japonesa, me traje una idea general, y empezó a desarrollarse aquí, en nuestro país.13

12. — Cruz, L. (2020) The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, Docomomo, nº 63.

13. — Cruz, D. (2014, 4 de marzo) Clásicos de Arquitectura: Embajada de Japón / Kenzo Tange + Pedro Ramírez Vázquez + Rosen Morrison, ArchDaily México.

 
 

Embajada de Japón en México,
primera propuesta para la embajada japonesa
© Fondo Manuel Rosen Morrison | Archivo de Arquitectos Mexicanos, FA, UNAM

 

En el primer boceto de intención, se observa que los arquitectos optaron inicialmente por una interpretación moderna de la pagoda tradicional japonesa, tanto en un juego de superposiciones espaciales de llenos y vacíos como en la predominancia de un techo curvo flotante. A lo largo del proceso de diseño, el proyecto se alejó de esta metáfora, para llegar a una propuesta más contemporánea, fiel a los preceptos modernos en vigor: ortogonalidad, composición, concreto aparente… Sin embargo, Pedro Ramirez Vázquez afirmó que el edificio aún [tiene] reminiscencias de una pagoda "había que darle realce en virtud de su destino, al tiempo de procurar que tuviera, si no las características de la arquitectura japonesa, sí una relación con ella, como un japonés nacido en México".14 Aunque el diseño podría considerarse como un puente cultural entre Japón y México a través de una reinterpretación bilateral de la modernidad, muchos concuerdan en decir que tiende más hacia los conceptos japoneses de la época que a las mexicanas.

A pesar de reivindicarse como un edificio de autoría equitativa, parecería que Kenzo Tange influyó en las intenciones espaciales que guiaron el anteproyecto. En los pocos textos que evocan a la Embajada Japonesa en México, se hace siempre alusión a uno de los trabajos más destacados del arquitecto japonés: la Embajada de Kuwait en Tokio (1970), por lo tanto muchos concuerdan en decir que es evidente que él proporcionó el marco conceptual del proyecto.15 Más allá de la similitud espacial, la embajada se basa en formas arquitectónicas que evocaban el regionalismo japonés, [utilizando] elementos estructurales con grandes superficies horizontales.16

14. — Cruz, L. (2020) The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, Docomomo, nº 63.
15., 16. – ibid.

 
 
 

Embajada de Kuwait en Tokio,
Tokio, 1970
autoría desconocida

 
 

 

en búsqueda de nuevas modernidades

 

A medida que el proyecto evolucionaba, se eliminó todo ornamento, dejando sólo el contraste entre el cristal y las plataformas salientes, creando una especie de claroscuro.17 Más allá de proponer un diálogo entre dos culturas, la Embajada de Japón en México transcribe la confrontación de diferentes interpretaciones de la modernidad que emergieron en la época de su construcción.

Como lo vimos brevemente en nuestro artículo sobre Agustín Hernández Navarro, este último y Kenzo Tange se habían conocido y compartían un mismo interés por la arquitectura brutalista. En el caso de Hernández, el brutalismo parece ser una herramienta para confrontar formas prehispánicas a la modernidad, mientras que para Kenzo Tange, parece separarse de la herencia cultural y generar otra urbanidad, plasmada en la arquitectura. Junto a los arquitectos Kisho Kurokawa, Fumihiko Maki y Kiyonori Kikutake, Tange postuló por el "Manifiesto Metabolista" en la Conferencia Mundial de Diseño de 1960 en Tokio. Su concepto de planeación urbana como “metabolismo” se basó en el préstamo metafórico de la fisiología humana con el fin de entender la ciudad como un organismo vivo, donde los elementos arquitectónicos, más allá de sus innumerables metamorfosis estéticas, cumplen una función vital y contextual.18 El precepto principal de la arquitectura metabolista reside en esta voluntad de generar una suerte de movimiento en suspensión, lo cual puede pasar por la deconstrucción de un orden predefinido o la afirmación de elementos flotantes. En este sentido, por su juego volumétrico y la composición tridimensional y asimétrica que lo enmarca, la Embajada de Japón en México encarna este metabolismo, alejándose de la rigidez de la arquitectura propiamente moderna. Característico de la obra de Tange, se puede observar como elemento distintivo: el uso de ejes axiales que rompen con la simetría de la fachada rectilínea y el volumen en general; y por otro lado, la utilización de las entrecalles para marcar los entrepisos.19

17. — Cruz, L. (2020) The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, Docomomo, nº 63.

18. — Krieger, P. (2005) Kenzo Tange (1913-2005) Metabolismo y metamorfosis, Anales del Instituto de Investigaciones estéticas, núm. 87.
19. — ibid.

 
 
 

Embajada de Japón en México,
foto desde el lobby
© Fondo Manuel Rosen Morrison | Archivo de Arquitectos Mexicanos, FA, UNAM

 

Si la embajada aparece como uno de los únicos manifiestos metabolistas en México, no deja de ser coherente con las tendencias arquitectónicas de la época en afirmar una “modernidad mexicana”. La forma de modular de las secciones, la masividad y monumentalidad, la textura del pulido, el color y la apariencia del concreto marcaron una tendencia arquitectónica muy fuerte entre los arquitectos mexicanos de aquel tiempo. Aceptando este manejo formal del concreto aparente como parte de la cultura mexicana y como aceptación de las tendencias estilísticas del movimiento moderno en México.20 El proyecto de la embajada, probablemente en aras de una neutralidad cultural, llega a expresar la mexicanidad a través de elementos sutiles que destacaron la modernidad mexicana de una arquitectura internacional. Cabe recordar que muchos proyectos de la época seguían involucrando elementos figurativos para transcribir una herencia cultural. Se manifestaba a través de murales, de ornamentos o del diseño específico de elementos arquitectónicos. La obra de Ramírez Vázquez lo atestigua: sea a través de la fuente del Museo Nacional de Antropología (1964) o de la integración de un mural en la Facultad de Medicina de la UNAM (1952). En las fotos del interior de la embajada, se logra distinguir que el plafón y el muro principal forman patrones muy característicos al arquitecto, un juego geométrico similar a las celosías que usaba en muchas de sus obras, otorgando una suerte de calidez en una modernidad a veces calificada de “fría”.

20. — Cruz, L. (2020) The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, Docomomo, nº 63.

 
 

Embajada de Japón en México,
perspectiva del lobby
© Fondo Manuel Rosen Morrison | Archivo de Arquitectos Mexicanos, FA, UNAM

 

Si el proyecto general lleva claramente el sello metabolista de Tange y los juegos ornamentales de Ramírez Vázquez, la aportación de Rosen Morrison parece residir en la proeza técnica que lleva la embajada. El arquitecto mexicano es conocido por llevar las posibilidades del concreto armado a su límite. En el caso del conjunto del Gimnasio y de la Alberca Olímpica, la cubierta que propuso el arquitecto representó una catenaria de más de 100 metros de claro sin columnas intermedias, fue en su tiempo la más grande del mundo en su tipo.21 El brutalismo o el metabolismo necesitan intrínsecamente la proeza técnica para lograr llegar a la monumentalidad que requiere estos movimientos. Sin embargo, en el proyecto de la Embajada de Japón en México, la técnica podría también interpretarse como un primer paso dado hacia una arquitectura deliberadamente “espectacular”, que reta la gravedad y los límites de los materiales, como una premisa de nuevos movimientos arquitectónicos como el movimiento high-tech que empazaría a llegar una década después.

21. — Arquine (2018, 10 de noviembre) Manuel Rosen (1926-2018), Arquine.

 
 
 

Embajada de Japón en México,
foto desde el lobby
© Fondo Manuel Rosen Morrison | Archivo de Arquitectos Mexicanos, FA, UNAM

 
 

 

conclusión.

 

La Embajada de Japón en México se afirma como el testigo de una época en la cual la modernidad estaba viviendo una suerte de mutación. Se sigue leyendo como un ejercicio arquitectónico en el que dos culturas distintas transcribieron las aspiraciones de tres arquitectos sumamente distintos. A lo largo de los años, la embajada no perdió su esplendor, se aseguró el buen mantenimiento general del edificio y de su jardín. Sin embargo, a medio siglo después de su construcción, el edificio se encuentra desocupado, ya que no ofrece suficiente espacio para las actividades actuales de la embajada. Los empleados, los diplomáticos y el gobernador de Japón se movieron al piso 9 de la Torre Mapfre, a unas cuadras del manifiesto metabolista.

Sin embargo, el futuro del edificio diseñado por Kenzo Tange, Pedro Ramírez Vázquez y Manuel Rosen Morrison no parece comprometido, ya que su relevancia en la historia de la arquitectura no necesita argumentos. La embajada debería ser protegida y conservada por la importancia nacional e internacional de sus tres arquitectos, por representar una de las primeras asociaciones nacionales entre arquitectos mexicanos y extranjeros y por su sobria presencia en el entorno urbano, en el que funge como testigo representativo de su época, con un diseño formal innovador y delicado, expresado a través de cristal y concreto armado impecablemente ejecutados.22 Nos queda esperar a ver cuál será la segunda vida de este edificio que se afirma como la alegoría de la relación peculiar que liga México y Japón.

 

22. — Cruz, L. (2020) The Japanese Embassy in Mexico, a Fortunate Association, a Threatened Heritage, Docomomo, nº 63.

Embajada de Japón en México,
serie de fotos tomadas en enero 2023.
© LUPA

 
 

 

equipo editorial.

Romain Roy-Pinot
coordinador del área de investigación

Aimée Mancilla Porraz
arq. de conservación del patrimonio

Rocío García Camarero
arq. de conservación del patrimonio

 

 

créditos foto de portada.

Embajada de Japón en México,
vista de la Embajada, desde la Avenida Paseo de la Reforma
© Fondo Manuel Rosen Morrison | Archivo de Arquitectos Mexicanos, FA, UNAM

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