a escala doméstica.

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parte 4 de 4

ARQUITECTURA VERNÁCULA, libro y exposición.
lo vernáculo, patrimonio arquitectónico

 

Como lo mencionamos en un artículo sobre la Apropiación, los habitantes de los asentamientos, como los generadores de arquitectura vernácula son arquitectos descalzos1 que producen de manera autónoma sus viviendas. Producir individualmente su vivienda es también darse la posibilidad de adecuarla a sus necesidades. Sin embargo, las técnicas de construcción y las tipologías van de la mano, ya que suelen ser el resultado de una herencia de tradición arquitectónica. Las formas provienen de las posibilidades que derivan de los materiales y de las capacidades humanas para erigirlas. En el libro “Arquitectura vernácula en México”, el autor evoca el caso de La Huasteca, en particular del asentamiento urbano de San Antonio Nogalar (Tamaulipas). En este lugar se encontraron 234 construcciones dispersas en una superficie de 35 hectáreas. 167 de esas estructuras arquitectónicas son domésticas y 145 tenían planta circular y representaban el 86.8% del total; 13 contaban con una planta semicircular, constituyendo el 7.7%; las 9 restantes eran rectangulares y corresponden al 5.3%. Los diámetros de las plataformas circulares variaban desde los 4 hasta los 18 metros, encontrando en mayor número, aquellos que tenían de 8 a 9 metros, que representan el 46% del total.2 En el caso de la casa típica de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca que mencionamos previamente, la planta circular está presente también y, por la manera en la cual está evocada en el libro, parece ser el resultado de una facilidad de ejecución. El círculo permite una construcción empírica más eficiente: no se necesitan planos para generar intrínsecamente una estructura equilibrada y estable. La habitación redonda o simplemente “el redondo”, así denominada por ellos en Cuajinicuilapa y la zona de Ometepec, parece seguir la misma técnica de construcción que la casa thonga:3 procede primero a la construcción de la techumbre, seleccionando poco a poco los materiales; una vez que se dispone de todo lo necesario, se dibuja en el suelo una circunferencia de 4 metros de diámetro, aproximadamente, y sobre ésta formando un cono, con morillos de iguales dimensiones, guardando una pendiente de 45 grados; los troncos generadores del cono se van uniendo unos a otros por medio de varas perpendiculares, delgadas y flexibles, llamadas trementinas y atadas con bejuco, formando así una serie de círculos concéntricos separados unos de otros cada 20 centímetros. Dos cercos de bejuco, atados en la base interna del cono, refuerzan la estructura; en el vértice se coloca una corona de bejucos con el fin de amarrar perfectamente las uniones superiores y evitar cualquier desprendimiento. El remate es resuelto colocando una olla de barro invertida para que la lluvia no penetre.4 Sin embargo, poco a poco, esta morfología circular tan recurrente en varias regiones del país está desapareciendo y Francisco Javier López Morales evoca el ejemplo de las nuevas construcciones de la Sierra Madre Oriental en la cuál esta tipología de la casa huasteca [circular] —tan popular en tiempos precolombinos y coloniales— comienza a desaparecer rápidamente y a ser sustituida por la de planta rectangular.5

1. — Drummond, D. (1981) Didier Drummond,  Architectes des favelas, Burdeos: Ed. Dunod.

2. — López Morales, J.F. (1987), Francisco Javier López Morales, Arquitectura Vernácula en México, México: Trillas.

3. — este término se refiere a la casa típica de la comunidad “thonga” presente en Mozambique.

4. — López Morales, J.F. (1987), Francisco Javier López Morales, Arquitectura Vernácula en México, México: Trillas.
5. — ibid.

 

serie de diagramas y fotos,
fotos de páginas del libro Arquitectura Vernácula en México de Francisco Javier López Morales.
© L U P A

 

Cabe admitir que la arquitectura vernácula se caracteriza por su coherencia en términos de materiales como de técnicas constructivas. La repetición de una expresión plástica tan identificable genera una cierta homogeneización a la escala del conjunto arquitectónico e inevitablemente las morfologías se confunden. Todavía en la sección que evoca el caso de la Huasteca, una foto del inicio del siglo XX nos enseña una arquitectura de apariencia residencial; sin embargo, su leyenda menciona que es cuestión de una iglesia. Si la Conquista impusó la religión, en ciertos casos, su estética se conjugó a las costumbres constructivas de ciertas regiones. Sin embargo, como mencionamos al inicio de este artículo, algunos pueblos de esta región orientaron su elección de materiales hacia la piedra, para evitar los daños que provocan incendios. Dos ilustraciones –presentes en la misma sección del libro– nos muestran dos lenguajes arquitectónicos distintos, en dos pueblos cercanos: Alvarado y Antigua, ubicados en el estado de Veracruz. Se percibe que a pesar de usar recursos y técnicas propios a una tradición occidental, la arquitectura tradicional del siglo XX de Alvarado suele seguir principios de los pueblos originarios como el de Antigua: portales que forman espacios abiertos hacía la calle, techos con a múltiples pendientes pronunciados y empleo de tonos no académicos. El autor evoca la dificultad de “clasificar” la arquitectura vernácula de Tlacotalpan: aun si se insiste en bautizar al estilo de Tlacotalpan como neoclásico, habría que agregarle otros calificativos, como neoclásico de carácter inconfundiblemente tropical, ya que el uso “desmesurado” y característico del color en las fachadas contraviene las preferencias del clasicismo puro.6 De manera general, si calificamos una arquitectura “vernácula”, no le podemos buscar un estilo “académico” equivalente y al cuál referirse, sino ni prevalece su empirismo ni su carácter único.

6. — López Morales, J.F. (1987), Francisco Javier López Morales, Arquitectura Vernácula en México, México: Trillas.

 

serie de diagramas y fotos,
fotos de páginas del libro Arquitectura Vernácula en México de Francisco Javier López Morales.
© L U P A

 

Eso plantea también una reflexión general: una vivienda no se debe reducir a una apariencia exterior. Cabe admitir que cuando se describe la habitación común la atención se centra en sus aspectos exteriores, excluyendo regular y sistemáticamente el espacio interior, la distribución y utilización de la vivienda, omitiendo otros aspectos que complementarán una imagen de lo que fue la casa.7 La exposición suele representar la arquitectura vernácula como casos arquitectónicos, enseñando croquis en perspectiva, sin dimensión humana ni información complementaria sobre las configuraciones internas. Se perciben como objetos y la representación gráfica se reduce al estudio exterior de las viviendas, cuando el libro de Francisco Javier López Morales tiene el mérito de explicarnos a través de planos y textos precisos las estrategias internas. En el libro, algunos casos no parecen tan representativos de la arquitectura vernácula, pues emplean técnicas, configuraciones y lenguajes estéticos occidentales. Sin embargo, el aspecto vernáculo puede surgir precisamente del estudio del interior de los espacios. Es el caso de una casa de Quitupan (Michoacán) en la que los espacios internos y el mobiliario fueron hechos de lo que parece ser adobe y proponen una estética contradictoria con la rigidez de la fachada. Son formas orgánicas, sin aristas definidas, percibidas como una prolongación de las paredes compuesta de “apéndices” funcionales como mesas, repisas o separadores de espacios.

7. — López Morales, J.F. (1987), Francisco Javier López Morales, Arquitectura Vernácula en México, México: Trillas.

 

Si vimos que existe una gran diversidad de formas empleadas, la mayor parte de los sistemas constructivos vernáculos pueden ser sintetizados en elementos geométricos: círculo, rectángulo, triángulo, oval o un híbrido de varios. El uso de la ortogonalidad es recurrente y si podríamos pensar que los españoles lo impusieron, algunos documentos que presenta el libro atestiguan que ya muchas construcciones usaban sistemas de paredes perpendiculares; lo podemos constatar fácilmente en los vestigios de ciudades mesoamericanas. Hasta en las cuevas que los tarahumaras convierten en viviendas, las paredes de adobes erigidas para dividir los espacios internos siguen una trama regular y ortogonal. En la región de Michoacán, la ortogonalidad parece sistemática y los espacios se articulan alrededor de un patio interno, influenciado en las configuraciones españolas. En los hermosos ejemplos de la arquitectura de la Huasteca, se nota que el espacio se reduce a un solo módulo habitacional y multifuncional en el que los porches laterales invitan a que los habitantes vivan al exterior. En Tamuín (San Luis Potosí), la vivienda es un conjunto de varios espacios, cuyas formas varían según la función de cada módulo ofreciendo una cierta jerarquía espacial. Eso se constata también en una casa en Bolonchén (Campeche) en la cuál un solo edificio compacto conjuga formas redondas y rectangulares y variaciones de alturas, según los usos de cada espacio. La comunidad sonorense de los seris parece ser la única que, con pocos recursos, produce una arquitectura que podríamos calificar de “amorfo”: el espacio habitacional se reduce a la erección de un techo sobre una estructura que la irregularidad de troncos de madera vuelve deformes. A lo largo de los años, es innegable que la vivienda vernácula se alejó de las formas orgánicas, adaptándose a la lógica de crecimiento de los pueblos y a la evolución de las técnicas de construcción. En el libro, se puede ver que las viviendas mayas tenían un lenguaje de composición muy peculiar que ya no se observa tanto, conjugando materiales cuyas condiciones intrínsecas dictaban las formas.

 
 

 

equipo editorial.

Romain Roy-Pinot
coordinador del área de investigación

Rocío García Camarero
arq. de restauración y rehabilitación de patrimonio

Aimée Mancilla Porraz
arq. de conservación del patrimonio

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