El uso de los colores primarios –rojo, azul y amarillo– asociado al blanco y negro es la característica más evidente del movimiento de Stijl; sin embargo, muchos edificios modernos incorporaban los colores primarios como las Cités Radieuses (Le Corbusier, 1947-1952) o ciertos edificios de la Bauhaus. La plasticidad de la propuesta formal —asimetría, líneas y planos flotando en el espacio— desafía las convenciones arquitectónicas de la arquitectura moderna, influida por las posturas constructivistas.

Schröder vivió en la casa el resto de su vida y permitió que Rietveld mantuviera un estudio de diseño en la planta baja. Cuando la esposa de Rietveld murió en 1957 él se mudó permanentemente a la Casa Rietveld-Schröder hasta su muerte en 1964. La fachada de la casa fue restaurada en 1974, mientras que el interior fue rehabilitado un poco después de la muerte de Truus Schröder que ocurrió en 1985. La casa pasó al cuidado del Centraal Museum, que la mantiene abierta a los visitantes y cuenta con un promedio de 12,000 visitantes al año. En 2000 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO debido a su importancia en la historia de la arquitectura y el diseño.

La intención general del arquitecto era que la Casa das Canoas se integrara armoniosamente con el entorno natural circundante, hasta desaparecer. Esto ocurre sobre todo por la elección de privilegiar las curvas, como una extensión orgánica de las formas naturales pero también con el uso de grandes vanos como ventanas y puertas de vidrio que permiten que los espacios interiores y exteriores puedan comunicarse. En ciertos momentos, la naturaleza y la intervención humana se confrontan, como en el caso de la piedra que une los dos niveles de la casa hacia la alberca.

Esta casa es un ejemplo destacado de la interpretación brasileña de la arquitectura moderna, contradiciendo la rigidez habitual del racionalismo, cuyos diseños involucran las curvas en el marco de una ortogonalidad precisa. La configuración general de la Casa das Canoas sigue una forma orgánica -casi aleatoria-, que se puede encontrar en el trabajo de Roberto Burle Marx, Lina Bo Bardi o Ruy Ohtake, como indicador de una tendencia brasileña.

En otros proyectos, Niemeyer siguió las influencias modernas de manera más convencional. Para la Casa das Canoas, Oscar Niemeyer diseñó también parte del mobiliario de la casa como sillas y mesas, siguiendo la tradición de muchos arquitectos modernos. Sin embargo, esta casa marca una época en la que el arquitecto se liberó del rigor formal para dialogar con la naturaleza del sitio. De hecho, Walter Gropius llegó a visitar la casa y le dijo a Niemeyer que era muy bonita desde el punto de vista plástico, pero «no era reproducible». El brasileño se puso furioso. «Gropius no entendió nada», escribió más tarde en sus memorias.⁵

Niemeyer y su familia vivieron pocos años en la Casa das Canoas. Después del desprendimiento del monte adyacente, apareció una gran piedra en el salón lo cual asustó a los residentes y precipitó la decisión de mudarse a Brasilia, donde Niemeyer pasaba mucho tiempo. Después de su desocupación, la casa se volvió un espacio cultural, catalogado como patrimonio nacional por el Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional. Más allá de su calidad plástica cuenta con la ventaja de estar rodeada de jardines diseñados por Roberto Burle Marx.

Llegó a ser visitable durante 20 años pero en la actualidad reciente la casa sigue sufriendo un abandono contando con daños importantes mayormente ubicados en la alberca. Esta incertidumbre del porvenir de la casa se debe a una disputa entre los familiares del arquitecto y la Fundación Oscar Niemeyer, oficialmente responsable de su conservación.

En muchos artículos, la Casa sobre el arroyo se presenta como un proyecto del arquitecto argentino Amancio Williams; sin embargo, muchas otras fuentes afirman que la arquitecta Delfina Gálvez Bunge colaboró significativamente en el proyecto, tanto como para ser considerada co-autora. Esta controversial paternidad del proyecto se debe tal vez al hecho de que la casa fue diseñada para Alberto Williams que además de ser un reconocido compositor argentino fue también el padre del arquitecto. Este proyecto que logra conectar la modernidad a un contexto natural se impuso con los años como una de las obras más emblemáticas de ambos arquitectos.

La vivienda es también conocida como la “Casa del Puente”, por su estructura que logra cruzar un arroyo –llamado Las Chacras–, tratando de invadir lo menos posible la naturaleza boscosa del terreno. Es puente porque también conecta: el terreno, cruzado por un arroyo que lo divide en dos, tiene acceso por un solo lado [...] la casa ha hecho la reunión de las dos partes del terreno.⁶ Aunque parezca construida “en el medio de la nada”, la casa se encuentra en un amplio terreno boscoso ubicado en el corazón de la trama urbana de la ciudad balnearia de Mar del Plata. Para mantener el diálogo sútil de la casa con su entorno, se incluyó un pabellón de servicio que puede servir también de casa de huéspedes así como un garaje a distancia de la casa misma. Por lo tanto, el edificio dialoga entre la naturaleza y la modernidad, deconstruyendo tanto la tipología de casa balnearia como la casa moderna en conexión con un entorno urbano.

Más allá de responder a los preceptos de la modernidad, la casa podría ser considerada también como una de las primeras manifestaciones brutalistas de Argentina, protagonizando la plasticidad del concreto que en su faz externa se lo martelinó y trató químicamente para dejar a la vista su construcción.⁷ Existe también una suerte de dicotomía entre los materiales estructurales y los elementos secundarios ya que si el concreto predomina este el exterior, el interior de la casa está construido mayormente en madera. Como es el caso de muchos proyectos modernos, el interior se volvió parte esencial del proyecto. De hecho, los elementos interiores fueron prefabricados; toda esta construcción fue realizada y montada como un conjunto en un taller de carpintería, luego fue desmontada y llevada a la obra donde se la armó definitivamente.⁸ Esta capacidad de integrar mobiliarios prefabricados y concebidos sobre medida, confirma la gran precisión tanto en el dibujo como en el seguimiento de obra. Cabe mencionar que la obra insumió centenares de planos, 430 días de inspección y 120 viajes de ida y vuelta Buenos Aires-Mar del Plata, de 900 km. cada uno.⁹

La Casa sobre el arroyo fue habitada –y usada como estudio– hasta los años 70. Fue adquirida por el empresario Héctor Lago Beitía quien decidió instalar la emisora LU9 Mar del Plata y convierte la casa en un estudio de radio.¹⁰ De esta instalación nació el slogan radiofónico “Desde la Casa del Puente, un puente hasta su casa” lo cual impulsó la idea de llamar a la Casa-estudio de Alberto Williams, la “Casa del puente” (un apodo que no era del agrado de Amancio Williams). En 1977, la radio cerró y la casa conoció un periodo de 3 décadas de decadencia. A pesar de ser declarada Monumento Histórico Nacional en 1997, la casa no logró encontrar un destino ni habitacional ni cultural. En los años 2000 sufre varios deterioros y hasta dos incendios intencionales. Es hasta hace algunos años que se logró emprender una labor de restauración impulsada por Magalí Marazzo y liderada por la arquitecta Mariana Quiroga. Durante el proceso de restauración, la casa se encontró abierta al público y una vez que se restauró complementamente, se volvió oficialmente el Museo Casa sobre el arroyo.

El trabajo de Barragán tiene de moderno esta idea de generar un recorrido con momentos y escenas arquitectónicas que hacen que el visitante fluya en un espacio plural. La ortogonalidad se vuelve más un elemento de composición que de proporción funcional y por lo tanto, un juego plástico en sí. El uso de colores vivos y la confrontación de planos en el espacio se alejan de los preceptos a veces estrictos del funcionalismo, ofreciendo lo que Barragán llamó arquitectura emocional. La casa-estudio confronta hábilmente distintos mundos: el interior al exterior, lo arquitectónico a la naturaleza, lo contemporáneo a lo atemporal. Así mismo, se organiza alrededor de patios y jardines que confrontan las tipologías mexicanas tradicionales al techo-terraza moderno.

La casa que diseñó Le Corbusier es como una reinterpretación de los elementos claves de la Villa Savoye y por lo tanto del movimiento moderno –pilotis, planta libre, fachada libre y terraza-jardín– establecidos por el arquitecto franco-suizo. Estos componentes arquitectónicos se enfrentaron a condiciones distintas: un predio estrecho de 180 metros cuadrados -ubicado entre dos edificios de factura neocolonial- y a las expectativas del Dr. Curutchet que fueron mayormente tipológicas: separar su consultorio -lo público- del espacio de vida -lo privado-, aprovechando las vistas hacia el parque contiguo.

Como en la Villa Savoye, Le Corbusier dejó la planta baja libre -implementando exclusivamente un garaje y espacios de servicios secundarios- volviéndose una extensión del espacio público. La rampa que liga los dos volúmenes principales se volvió el mayor elemento transicional, que genera una promenade architecturale que conecta lo público al privado, el exterior al interior, lo lleno al vacío. Las similitudes formales entre la Villa Savoye y la Casa del Dr. Curutchet residen también en el uso sutil de la curva, presente en el garaje o en los baños del último piso, la predominancia del toit-terrasse y de los pilotis. Sin embargo, por el juego de doble altura que se propone en varios momentos en la casa de La Plata, existen también grandes similitudes con las Maisons La Roche y Jeanneret (París, Francia, 1923), uno de los proyectos más puristas del arquitecto.

En 1987, la Casa del Dr. Curutchet fue declarada Monumento Nacional y en 2016 integró la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad. Desde 1992, es la sede del Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires, la cual impulsó su restauración en 2010. En 2009, la casa fue protagonista en la película “El hombre de al lado” (dir. Mariano Cohn y Gastón Duprat). La Casa del Dr. Curutchet se convirtió en unos de los hitos urbanos más importantes de la ciudad; tanto que, en 2021, se tomó la decisión de rebautizar la calle en la cual se construyó, “Boulevard Le Corbusier”.

La casa-estudio de Max Cetto está profundamente ligada a su entorno, tanto por su morfología que sigue las olas de lava petrificada como por su materialidad a través del uso de la piedra volcánica, propia de la zona. De la mano de la confrontación sútil del concreto con materiales locales tales como la piedra, la madera o el barro, el arquitecto siguió las directivas que Luis Barragán había preconizado para el desarrollo urbano de El Pedregal.

La casa confronta las influencias de la modernidad europea a las tradición mexicana, mezclando espacios rígidos con accidentes orgánicos en la tipología de la casa. Sin embargo, el diseño atípico de la sala principal así como la presencia de un mural pétreo en el plafón confirman la influencia del arquitecto en el camino que tomaba la arquitectura mexicana de la época, influenciada por proyectos ligados a lo vernáculo como por ejemplo la Casa-cueva (Juan O’Gorman, 1948-1952) también erigida en El Pedregal en el mismo periodo. La conexión de la casa con su contexto reside también en la propuesta de paisajismo que diseñó Catarina Kramis, todavía conservada.

La casa-estudio Max Cetto es una de las pocas viviendas originales que quedan en el Pedregal. En los últimos años se volvió una oficina de proyectos especiales de la Facultad de Arquitectura de la UNAM y después un espacio de trabajo para la Fundación INBA. Hoy es un espacio que la familia del arquitecto volvió a habitar aunque se proponen visitas guiadas al público.

La Casa de los Maestros de la Bauhaus diseñada por Walter Gropius es un ejemplo sobresaliente de la arquitectura de la escuela Bauhaus, un movimiento influyente en la arquitectura y el diseño del siglo XX. En 1996 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, junto con otros edificios de la Bauhaus en Dessau. Dentro de este conjunto, una de las casas era la de Gropius mientras que otras viviendas pareadas llevaron respectivamente el nombre de Moholy-Nagy/Feninger, de Muche/Schelemer y de Kandisky/Klee. Las viviendas son fieles a los dogmas establecidos por la Bauhaus, generando grandes volúmenes perforados de amplias ventanas y desequilibrados por un juego de audaz de composición de llenos y vacíos, logrado por impresionantes volados.

La tipología de cada casa entró en coherencia con el sistema educativo de la Bauhaus para lo cual el habitar era también un ejercicio de análisis socio-espacial y hasta antropológico. En efecto, a pesar de llamarse “casas de los maestros”, esas viviendas incorporaron también espacios dedicados a la educación, mezclando hábilmente áreas privadas y públicas. Por lo tanto, su arquitectura proyectó no solamente las intenciones teóricas y espaciales de sus profesores sino ideológicas y políticas de la emblemática escuela alemana.

En 1932, la Bauhaus se mudó esta vez a Berlín, bajo la dirección de Mies van der Rohe y las casas dejaron de ser ocupadas por profesores. En 1945, la casa de Walter Gropius así como una parte de la Casa Moholy-Nagy/Feninger fueron destruidas por la guerra; sin embargo, el basamento de la casa del director se pudo rescatar. En los años 50, una pareja solicita permisos para poder construir su casa encima de las fundaciones de la casa de Walter Gropius. El permiso les fue otorgado con la condición de construir una casa con un techo de dos aguas, como una provocación hacía su arquitecto original, entonces residente de los Estados Unidos de América. La nueva casa fue conocida como Haus Emmer, del nombre de sus propietarios.

La historia de esta casa es impresionante. En 1935, los esposos Edgar y Liliane Kaufmann –cuyo hijo, Edgar Jr., estudiante en pintura, fue practicante del arquitecto– encargaron a Lloyd Wright el diseño de una casa de fin de semana. En enero del año siguiente, se validaron los bocetos, en abril, la construcción inició y la compleja cimentación estuvo lista en agosto. La emblemática casa fue completada en diciembre de 1937. Apenas construida, la casa encontró un fuerte eco en el mundo de la arquitectura; es mismo año, John McAndrew, curador de la sección de Arquitectura y Arte Industrial del MoMA, pide al arquitecto poder visitar la casa y un año después, se inauguró una exposición en el Moma¹⁵ llamada “A New House by Frank Lloyd Wright”, dedicada a la casa. En 1939, se añadió una casa para invitados la cual completó definitivamente el edificio que llegó a medir un total de 2,100 metros cuadrados.¹⁶

Respectivamente en 1952 y 1955 murieron Liliane y Edgar Kaufmann.¹⁷ En 1963, el único hijo de la pareja, Edgar Kaufman Jr., cedió la propiedad y el terreno que la rodea al Western Pennsylvania Conservancy y el edificio se volvió oficialmente "The Kaufmann Conservation on Bear Run, a Memorial to Edgar J. and Liliane S. Kaufmann". Esta cesión se instauró junto a una dotación de 500,000 dólares para el cuidado de la casa. El año siguiente Fallingwater abrió al público y entonces el número de visitas se elevó a 29,792. Con los años la casa no ha parado de atraer a un amplio público.

La Villa Tugendhat fue diseñada por el arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe entre 1929 y 1930, antes de su exilio a los Estados Unidos de América; fue encargada por la pareja Grete y Fritz Tugendhat. Se construyó en lo que era todavía Checoslovaquia. La casa se habitó por los dueños durante ocho años, hasta que huyeron al iniciar la Segunda Guerra Mundial. Los nazis la ocuparon como cuartel directivo por un tiempo y al final de la guerra quedó en manos del gobierno.¹⁸ Por lo tanto, más allá de representar un proyecto emblemático de la Modernidad, la casa fue testigo de momentos claves de la Historia de la República Checa; en el escritorio del salón, se terminó de acordar la disolución de Checoslovaquia en dos países.¹⁹

La Villa Tugendhat está bajo la administración del Museo de la Ciudad de Brno (Muzeum mesta Brna) desde 1994 y abierta al público como monumento, proponiendo tours así como actividades. En 2001 la Villa Tugendhat fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y se volvió un hito turístico mayor de Brno, segunda ciudad más importante de Chequia. Desde 2005, el edificio alberga un Centro de Estudios y Documentación y entre 2010 y 2012, la villa fue objeto de obras de renovación y restauración, con el fin de recuperar el aspecto original tanto de la estructura como de los jardines adyacentes.