Una heterogénea multitud de seres y objetos se despliega por el blanco espacio. No constituyen —estrictamente— un conjunto, ni una coherente explicación de nada, apenas es, si acaso, un balbuceo que nos dice vacilante, tartamudo: el tiempo está q-u-e-b-r-a-d-o… o el t-i-e-m-p-o es una locomotora que nos arrollará.
En esta apaisada imagen —una épica satirizada— se nos ofrecen diferentes formas de considerar el tiempo, la antropocéntrica que nos concierne por especie, y también un intento por percibirlo desde otras miradas, desde los otros seres y objetos que no somos.